Si algo nos conecta a los latinoamericanos es la obsesión que tenemos con el fútbol. No sé si aplica para los niños de las nuevas generaciones, pero si estabas en la primaria o secundaria mientras ocurría el Mundial de Corea Japón 2002, seguro que fuiste parte de una generación que veía el fútbol hasta en la sopa.
Despelote es uno de los juegos que Panic –la editora detrás de Firewatch, Untitled Goose Game y la increíble consola portátil Playdate– tiene en su alineación de lanzamientos para 2024. Tras probar una pequeña demo de este juego que se describe como un ‘juego de fútbol que trata sobre la gente’ hemos descubierto por qué el título desarrollado por los ecuatorianos Julián Cordero y Sebastián Valbuena será publicado por la prestigiosa empresa que, además de desarrollar software, ya tiene en su catálogo destacados hits independientes.
En el marco de su presentación en el Latin American Games Showcase de Summer Game Fest 2024, tuvimos la oportunidad de jugar Despelote para ofrecerte nuestras primeras impresiones.
Despelote celebra el estilo de vida latino
Jugué una demo de una media hora de Despelote y debo admitir que removió sentimientos profundos de nostalgia en mi interior. Como a muchos otros latinos, me tocó crecer rodeado de una fuerte cultura futbolera y aunque en la actualidad no soy para nada cercano al popular deporte, fue una parte esencial de mi infancia.
Además de quedarme con ‘el cambio’ de las tortillas para jugar en ‘las maquinitas’ al salir de la escuela, fui uno de esos chiquillos que se reunían con sus amigos a echar la ‘cascarita’ en la calle. En la escuela hablábamos todo el tiempo de nuestros equipos favoritos; los mundiales de 1998 y 2002 los vivimos con toda intensidad. Por las tardes no necesitábamos un balón o una cancha para jugar fútbol, sino que éramos capaces de improvisar con un par de piedras como portería y un bote de lata como balón para sentirnos como nuestros héroes del deporte en el estadio.
Te cuento esta anécdota, porque eso es exactamente Despelote. El juego independiente nos lleva a la ciudad de Quito en Ecuador en el año 2001. Sigue la historia de un niño obsesionado con el fútbol que en todos lados ve el deporte que más ama. La demo fue corta, pero sirvió para entender el concepto de un juego en el que más que jugar fútbol, se trata de dejarse envolver por la cultura latina de la época.
Despelote se juega en primera persona. Los gráficos son sencillos: los escenarios son ‘realistas’, pero parecen la fotografía monocromática tomada de un periódico, mientras que las personas son dibujos con trazos sencillos y minimalistas que parecieran haber salido de un libro de texto. Más que los gráficos, la inmersión en el ambiente viene del sonido y lo que pasa a tu alrededor.
Un día en la capital ecuatoriana
La demo que jugué empezó en un salón de clases. Mientras el profesor hablaba de historia, podías mirar por la ventana a un grupo de niños jugando fútbol. Minutos después, tocó irse de pinta con un grupo de amigos, no sin antes escuchar cómo regañaban en un salón de clase a otro niño desobediente. Nuestro intento de escape fue frustrado por un enojado profesor, pero es no impidió que en el receso, minutos antes del intento de fuga, jugáramos un poco con el balón para entender los controles básicos: lo único que tienes que hacer es acercarte al balón para llevarlo entre tus pies y usar la palanca derecha del control para tirar exactamente como quieres hacerlo.
Un viaje en automóvil de la escuela a la casa nos dejó ver más de la capital ecuatoriana mientras los adultos charlaban de sus cosas aburridas: claramente no podías dejar de pensar en fútbol y era lo único que veías en las calles.
Ya estando en casa, no faltó el grito de mamá latinoamericana para bajar a comer. Ya en la sala-comedor, intenté jugar un videojuego de fútbol en la tele, pero no faltó el papá que me apagó la consola y me reprendió ante los sucesivos llamados a pasar a la mesa para comer.
Finalmente, pasamos al último escenario de nuestra demo. Ese día tras salir de la escuela pasamos a un parque donde se nos pidió encarecidamente no movernos del lugar. Obviamente desobedecimos en cuanto llegaron los amiguitos con el balón para jugar: improvisaron una portería con lo que tenían a la mano y empezaron a jugar la ‘cascarita’ casual.
Lo más interesante de todos estos escenarios es todo lo que pasaba alrededor. En el parque, por ejemplo, era posible chutar el balón hacia una pareja de novios que estaban en un picnic o espantar a las palomas que alimentaba un anciano. Un perro que iba pasando atrapó el balón y lo ponchó, pero eso no importó para seguir jugando de esa manera. Traté de robar el balón a unos chicos mayores, pero ya se imaginarán cómo me fue. Terminé volviendo al lugar donde me pidieron que no me moviera a esperar a quien pasaría por mi. Mientras me reprendía veía un espectacular que promocionaba los partidos de la selección ecuatoriana en el Mundial de Corea Japón.
Un juego sobre la vida, a través de la obsesión de un niño con el fútbol
Lo que jugué de Despelote me dejó claro que el juego, más que tratarse del fútbol, trata de la vida. En los escenarios es interesante ver todo lo que te rodea, escuchar de qué está hablando la gente y cuáles son las reacciones si pasas junto a ellos con tu balón o si se te ocurre patearlo para donde se encuentran.
Si bien hay elementos culturales propios de Ecuador en el juego, me sorprendió lo parecido que es el estilo de vida latino plasmado en el juego si lo comparamos con lo que viví como mexicano al crecer en las décadas de los 90 y los 2000.
Despelote, en efecto, es un slice of life en el que solo hace falta dejarse llevar por la nostalgia de ser un niño que ve el fútbol por todos lados y cuya obsesión con este deporte le arrastra algunos problemas ante sus travesuras. Me gustó mucho cómo capturó la vida misma y cómo fue como una máquina del tiempo para que recordara esas tardes simples de juego con amigos en la calle.
Sin duda habrá que seguirle la pista a Despelote cuando llegue este año a PlayStation, Xbox y PC.
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