Es difícil aceptarlo, pero consolas como la PS2, la GameCube y la Xbox original ya se consideran retro. A los que jugamos en estos dispositivos en su respectivo tiempo ya nos truena la rodilla, y venimos de una época del gaming que se quedó atrás, una era en la que todavía nos quedaba energía para jugar después de la medianoche.
En ese contexto, la industria de los videojuegos no es perfecta ahora y tampoco lo fue antes. En el presente existen las polémicas microtransacciones y montones de juegos por servicio, pero en el pasado había que comprar accesorios de forma obligatoria sólo para jugar. Especialmente existió un periférico que no compré hasta tiempo después, pero que me hizo improvisar y sacar lo mejor de mi creatividad.
El amado-odiado periférico obligatorio para consolas retro
Esta historia se remonta a The Legend of Zelda: Majora's Mask en la Nintendo 64. En aquél entonces, por mi inglés limitado, era muy pequeño para entender cómo funcionaba el almacenamiento interno de un cartucho y menos comprendía la dinámica con las estatuas de búho para guardar el progreso.
Varias veces apagué la consola sin antes ir con uno de los búhos y perdía cierta parte de mi progreso, lo que me generó un miedo constante de tener que repetir horas enteras de juego. En varias mazmorras dejé la N64 prendida cuando iba a a la escuela y también por las noches, sin que mis papás lo supieran, todo esto con la complicidad de mi hermano.
Lo que no sabía es esta experiencia me entrenaría para la siguiente generación. Cuando compramos una GameCube se nos incluyó una tarjeta de memoria, pero con la PS2 fue una historia diferente. Duramente mucho tiempo jugamos a la consola de PlayStation sin este accesorio, pero ya conocíamos el protocolo de emergencia para avanzar: no apagar el dispositivo.
Jugar sin la tarjeta de memoria era la forma más sencilla de hacerte un speedrunner. Como inicié en los juegos desde cero una y otra vez, desarrollé memoria muscular con los primeros niveles, los cuales conocía mejor que la palma de mi mano. De hecho, no he vuelto a pasar el Resident Evil 4 original desde entonces, porque ya me había aprendido todo del trayecto hasta la pelea con Bitores Méndez, lo que habré repetido cientos de veces.
Gracias Xbox por acabar con esto
Eventualmente acabamos con esta tortura al comprar una tarjeta de memoria para la PS2. Después me enteré que con la primera Xbox no era obligatorio una memoria, ya que contaba con un disco duro de almacenamiento de partidas, lo que marcó un estándar tecnológico en consolas. Aunque nunca tuve un romance con la marca verde, agradezco que ya no se deban adquirir estos accesorios de manera forzosa.
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