Hay momentos en la historia de los videojuegos que solo existen en la memoria de quienes los vivieron. Historias que no aparecen en mangas, que nunca fueron adaptadas al anime, y que sin embargo, quedaron grabadas para siempre en la nostalgia colectiva de una generación. Uno de esos momentos, inusual, casi secreto, ocurrió en 1992, cuando dos de los personajes más icónicos de Los Supercampeones llegaron al futbol mexicano. No en la vida real, claro, sino en Captain Tsubasa 3: The Kaiser’s Challenge, un videojuego para el Super Famicom que jamás salió oficialmente de Japón.
Steve Hyuga y Richard Tex Tex en el futbol mexicano
Tal vez no lo creas, pero Steve Hyuga y Richard Tex Tex jugaron en México. Y no solo eso: fueron campeones. ¿El club? Uno llamado “Mexico City”, pero sus colores y uniformes gritaban algo muy claro: era el Club América disfrazado.
Lanzado exclusivamente en Japón, Captain Tsubasa 3 fue el primer juego de la saga en dar el salto a los 16 bits. A diferencia de sus predecesores, The Kaiser’s Challenge decidió inventar una nueva historia, ya que los dos títulos anteriores habían adaptado lo contado en el manga hasta ese momento. La decisión le dio libertad creativa total a Tecmo, el estudio desarrollador, y el resultado fue una especie de universo alterno en el que los protagonistas de Captain Tsubasa se convertían en futbolistas profesionales, repartidos en clubes de todo el mundo.

Así es como Oliver Atom termina jugando en el Sao Paulo de Brasil, Tom Misaki en el París Saint-Germain, Benji Price en el Hamburgo alemán, y Steve Hyuga junto con Richard Tex Tex aterrizan en la capital mexicana para reforzar al “Mexico City FC”, en lo que a todas lucer era una representación virtual del Club América.
¿La misión? Llevar al América a la gloria. Hyuga, con su carácter explosivo y su famoso “Tiro del Tigre”, y Tex Tex, con sus reflejos felinos dignos de un karateka, enfrentan una liga difícil, en la que su principal obstáculo es un Monterrey reforzado por una estrella alemana ficticia llamada Theodor Cappellmann, un atacante que contaba con su propio tiro especial: el Side Wind Shoot.
A pesar de los retos, los japoneses triunfan. Hyuga brilla como el delantero letal que siempre ha sido, y Tex Tex resiste bajo los tres palos, incluso ante los embates imposibles de Cappellmann. En la narrativa del juego, el América se corona campeón de la liga mexicana gracias a su dupla nipona.

El amor de Japón a México
Es una historia fascinante por muchas razones. Primero, porque le da al futbol mexicano un lugar destacado en una franquicia que, durante décadas, estuvo centrada en Europa, Brasil y Japón. Segundo, porque aparece en un contexto histórico muy particular: inicios de los años noventa, cuando el futbol internacional comenzaba a globalizarse pero aún mantenía una fuerte división entre mercados.
Que el videojuego decidiera llevar a dos de sus estrellas a México no fue casualidad. Refleja, en parte, el respeto que se tenía por la liga mexicana en Japón. Aunque los lazos entre ambos países no eran tan estrechos como hoy, el futbol mexicano sí gozaba de cierta mística internacional. Los estadios llenos, la pasión de los aficionados, y la presencia constante de México en los mundiales, ayudaban a posicionarlo como un destino “exótico pero competitivo”.
Por supuesto, esta historia nunca fue reconocida como parte del canon oficial de Captain Tsubasa. En el manga, Hyuga termina fichando por la Juventus, mientras que Tex Tex mantiene una carrera paralela como portero y artista marcial. Pero The Kaiser’s Challenge es una de esas rarezas que nos recuerdan cómo el videojuego puede abrir puertas narrativas que otros medios no se atreven a explorar.
Hay algo profundamente encantador en saber que, al menos en una dimensión virtual, Steve Hyuga fue campeón con el América. Que Richard Tex Tex defendió un arco mexicano y que juntos enfrentaron a un Monterrey competitivo. Tal vez es solo un guiño perdido entre píxeles y nostalgia, pero también es un símbolo: de cómo el futbol —real o ficticio— une culturas, rompe fronteras y construye sueños compartidos.
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