Si hay algo que caracterizaba a Akira Toriyama, además de su increíble capacidad para crear mundos y personajes inolvidables, era su sentido del humor. Antes de que Dragon Ball conquistara el mundo con sus épicas batallas y transformaciones legendarias, el mangaka ya había dejado su huella con Dr. Slump, una obra que mezclaba ciencia ficción, comedia absurda y una buena dosis de parodias. Entre ellas, destaca Suppaman, una versión ridículamente exagerada y cómica del legendario Superman.
Desde su primera aparición en Villa Pinguino, Suppaman dejó en claro que su concepto de justicia era, como mínimo, cuestionable. Se trata de un “héroe” proveniente del planeta Okakaumeboshi, cuya transformación no involucra un rayo de sol amarillo ni el legado de una civilización alienígena avanzada, sino algo mucho más mundano: comer una ciruela encurtida. Como si eso no fuera lo suficientemente absurdo, Suppaman no vuela por los cielos ni desafía la gravedad con súper velocidad; en su lugar, se desplaza rodando sobre su barriga en una patineta. Definitivamente, no es la visión de heroísmo que esperaríamos de un homenaje al Hombre de Acero, pero si una bastante divertida.
Una identidad secreta que no engaña a nadie
Si el parecido entre Suppaman y Superman no era lo suficientemente obvio, Toriyama se encargó de dejarlo aún más claro con su identidad secreta. En la vida cotidiana, este “héroe” responde al nombre de Kenta Kuraaku, un reportero cuyo nombre es, en realidad, una inversión de Clark Kent. Su disfraz consiste en un ridículo traje azul con capa roja, y su transformación ocurre en una cabina telefónica, igual que el famoso superhéroe de DC. Sin embargo, justo ahí es donde terminan las similitudes.

A diferencia de Superman, quien es un símbolo de bondad y altruismo, Suppaman es egoísta, cobarde y más interesado en su propia reputación que en proteger a los inocentes. En lugar de defender la justicia, usa la violencia sin sentido contra los aldeanos, a quienes lanza granadas cuando lo molestan. Su falta de superpoderes lo hace aún más patético, pero su enorme ego le impide darse cuenta de su inutilidad.
La incompetencia de Suppaman no solo se queda en su ineficacia como héroe, sino que también se extiende a su lealtad. Durante el arco de Penguin Village Wars, este personaje decide que la Tierra es demasiado vasta para protegerla solo, por lo que crea la Academia de Defensa Planetaria y recluta a Arale, Gatchan y Oinkety Oink. Sin embargo, en lugar de liderar a sus reclutas con valentía, Suppaman traiciona su propio equipo para unirse a las filas del villano Dr. Mashirito y Caramel Man 003. A pesar de su traición, la Academia de Defensa Planetaria logra salir victoriosa sin necesidad de su ayuda.
Este tipo de giros cómicos y ridículos son una constante en Dr. Slump, y Suppaman es la personificación de ese humor absurdo que Toriyama dominaba tan bien.

Un homenaje con sabor japonés
El nombre Suppaman tiene una doble referencia. Por un lado, suena similar a “Superman” cuando se pronuncia en japonés (Suupaaman). Pero, por otro lado, también hace un juego de palabras con suppai, que significa “amargo” en japonés. Esto refuerza la idea de que su poder proviene de comer ciruelas encurtidas (umeboshi), un alimento tradicional japonés conocido por su sabor fuerte y ácido. Esta combinación de referencias culturales es un ejemplo perfecto del ingenio de Toriyama, quien siempre encontró la manera de fusionar elementos occidentales con la cultura japonesa de una manera divertida y original.
Si bien Dr. Slump no alcanzó el nivel de fama global de Dragon Ball, su impacto en la cultura pop es innegable. Suppaman, en particular, se ha convertido en un personaje de culto entre los fanáticos del mangaka. Ha aparecido en múltiples videojuegos de Dragon Ball, e incluso ha hecho un pequeño cameo en el anime de Dragon Ball Super, manteniendo su esencia cómica intacta.
Así que, la próxima vez que veas una historia de superhéroes demasiado seria, recuerda que en un rincón del universo de Toriyama existe Suppaman, el “defensor” de la justicia que, en realidad, no defiende a nadie, pero que sigue sacándonos una sonrisa con su absurdo y retorcido sentido del deber.
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