En lo que ya puede catalogarse como la filtración tecnológica más importante que jamás haya emanado de Brasil, la autoridad antimonopolio de aquel país volvió a conquistar las primeras planas este lunes, al confirmar lo que por muchos años Microsoft trató de ocultar: que habían perdido la generación del Xbox One y por una proporción superior al 2:1.
La confirmación fue un mero trámite, pues pocos años después de empezar a mover consolas Xbox One, Microsoft dejó de reportar sus números de venta, en un afán por minimizar el asunto. Esos eran los días en los que la venta física de videojuegos todavía era la norma (no la digital), y en los que el único servicio adicional y relevante con el que contaba Microsoft era Xbox Live Gold. La venta de consolas por supuesto que importaba, pero Phil Spencer y sus pupilos tuvieron que pasarse el trago amargo y, fieles al manual de relaciones públicas, fingir que todo era parte del plan.
Irónicamente, lo que en la octava generación de consolas fue una mentira casi insultante, será una verdad absoluta durante la novena: el número de consolas vendidas no importará más... al menos a Microsoft. No sólo eso, todo apunta a que Xbox sea la primera marca en imponerse bajo los nuevos parámetros de victoria.
Verás, bajo el modelo tradicional de competencia en la industria de los videojuegos, la consola era un artículo que se venía con pérdida, pero cuyo volumen seguía siendo importante, pues de él dependía el número de juegos que un fabricante podía aspirar a vender y con los cuales recuperaría esa pérdida inicial, precisamente. Por supuesto, Xbox ya percibía un monto adicional por la suscripción al programa Xbox Live Gold, pero el costo anual abonaba apenas a lo de un solo juego… tal vez.
PlayStation, cada vez se siente más como hablar de Nintendo, por lo particular de su estrategia
Sólo el CFO de Microsoft debe conocer a detalle el balance de la generación pasada, pero incluso si Xbox salió parejo o ganó un poco de alguna manera, el fracaso de la Xbox One seguramente fue algo indeseable. La ironía es que aspectos como la conectividad permanente o el carácter multimedia del equipo, los cuales fueron duramente criticados con el anuncios de Xbox One, hoy son comunes o irrelevantes. La consola estuvo adelantada a su tiempo.
Con Xbox Series las cosas serán muy diferentes y no hace falta ser un fanboy para pronosticarlo. Microsoft aprovechó el tiempo de capa caída para distinguir sus espacios de oportunidad y, poco a poco, ir dando forma, tanto a Xbox Game Pass, como a Cloud Gaming, servicios que ya convierten al volumen de consolas vendidas en un dato de referencia, pero que esta vez no refleja el rendimiento o el grado de éxito que están alcanzando ambas compañías, pero especialmente Xbox.
No hay que olvidar que también ha sido una generación afectada por escasez
De qué sirve saber cuántos Xbox Series X o Xbox Series S ha vendido Microsoft, cuando puede haber un número enorme de usuarios que aprovechen Game Pass en PC o que jueguen en su televisor Samsung, sin necesidad de haber comprado jamás una consola Xbox. Para algunos, Cloud Gaming puede parecer un truco como el 3D o el infame Kinect -parte del fracaso del Xbox One, por cierto- pero no se parece en nada a esas "guarniciones" del pasado. El juego en streaming llegó para quedarse, y Microsoft parece llevar una ventaja kilométrica, de la cual Samsung es apenas la primera parte. Como muchas otras en esta columna, otra ironía será ver Xbox Game Pass en televisores Sony, próximamente, y estamos seguros que así será.
Microsoft está perfilado para arrasar desde cualquier ángulo que se le quiera ver
Para PlayStation, por su parte, la estrategia tendrá que ser mucho más tradicional. Tendrán que seguir midiendo su éxito, en buena medida, con base en las consolas vendidas. De ahí que las exclusivas permanezcan como parte integral de la táctica y, por lo mismo, sean incapaces de ponerlas en PlayStation Plus. PlayStation Now no parece ni cerca de llegar a territorios como Latinoamérica y, ya ni hablar de cosas como Game Pass en la televisión.
Pero el hecho de que una de las marcas se mida con nuevos parámetros quiere decir que ya no será tan fácil diagnosticar "quién va ganando" en el eterno feudo entre marcas, el cual por cierto, vive un momento muy acalorado, debido a las tácticas de sabotaje a las cuales PlayStation está recurriendo, en lo que puede fácilmente catalogarse como desesperación.
El precio y las características del Xbox Series S le han convertido en la consola predilecta de nueva generación
La ironía -y prometo que será la última- es que, ahora que el volumen parece ya no importar tanto, Microsoft está arrojando un rendimiento comercial mejor que el del Xbox One. Al menos en los Estados Unidos, la diferencia en el número de consolas vendidas, entre Xbox y PlayStation parece marginal, con menos de medio millón de unidades separando a ambas marcas.
Dicho todo eso y, como he explicado en columnas previas, Microsoft y Sony son compañías muy diferentes, tan es así, que intentar hablar de PlayStation, cada vez se siente más como hablar de Nintendo, por lo particular de su estrategia.
Todavía es muy, pero muy temprano, pero parece que Microsoft está perfilado para arrasar desde cualquier ángulo que se le quiera ver. En hardware, al tener un modelo económico como el Xbox Series S, que apela a mercados como el latino, así como una alternativa para quien ni siquiera quiere jugar en consola (la televisión); y en servicios, con un Game Pass que parece muy, pero muy adelantado de cualquier competidor. Pero incluso si esto se concreta, PlayStation todavía podría alcanzar cierto grado de éxito individual, bajo sus propios términos, con base en un modelo híbrido, con elementos tradicionales, como la venta de consolas, y otros modernos, como PlayStation Plus, y los futuros juegos como servicio que produzcan Bungie y Haven.
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