Que vuelva el E3 no importa, porque las conferencias de antes han muerto y no volverán

Que Vuelva El E3 No Importa Porque Las Conferencias De Antes Han Muerto Y No Volveran
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Pocas cosas resultan más decepcionantes para un gamer que una conferencia de verano desabrida, después de todo, se espera (o esperaba) un año para llegar al que podríamos catalogar como el Super Bowl de los videojuegos. Tristemente, esa ha sido la norma desde hace algún tiempo y con la desaparición temporal del E3, que el clamor por su retorno abunde, es natural. Como si de una solución mágica se tratara.

Sin embargo, por muy evidente que sea, el vacío que el E3 ha dejado no ha sido culpable de la sequía de emociones, y hoy que el aroma de la decepción todavía se respira un poco en el aire, vale la pena empezar a asimilar que el "glorioso" retorno del E3 2023 va a ser más de lo mismo. El E3 como tal está más que muerto porque vivimos una nueva época, la época del directo.

Al E3 no lo mató la pandemia, lo mató la banda ancha

Aún tengo fresca en la cabeza, la memoria del keynote de PlayStation correspondiente al E3 2017. Un auditorio repleto, paleros ruidosos en las primeras filas, fuegos artificiales y hasta trapecistas, engalanaron un evento fastuoso, al más puro estilo de lo que E3, efectivamente, solía ser. Estar ahí era el pináculo de lo que significaba vivir el E3, y lo que quizá muchos colegas de profesión sí que echan de menos. Cuán grande fue mi sorpresa al abandonar el auditorio para enterarme de que la gente, en sus casas, había odiado el show… y con razón. Lo que para los presentes había sido una puesta en escena teatral, para los espectadores había sido poco más que la escandalosa promesa de algunos proyectos sin fecha y el típico reciclaje de juegos multiplataforma, cuyo valor era (y aún es) mínimo para quienes invertían en una consola esperando exclusivas. Ante nosotros estaban los primeros síntomas de lo que a la postre se convertiría en el éxodo del E3 y la muerte del formato como tal.

World of Tanks y Disney Interactive se habían marchado un año antes, PlayStation les siguió, Electronic Arts sacó su feria del Centro de Convenciones de Los Ángeles y, para cuando llegamos a 2019, era evidente que una crisis estaba en progreso. De hecho, antes de que la pandemia pusiera un alto a todo, 2020 se perfilaba para ser la edición más extraña de la expo, una expo enfocada en influencers y con un claro problema de identidad.

El directo se convirtió en una herramienta sobreexplotada

Lo que la pandemia sí hizo fue consolidar la agonía de lo presencial y cristalizar el anhelo dormido de muchas compañías por desmarcarse de un calendario rígido, donde tuvieran que compartir los flashes con sus competidores. La era del directo había comenzado.

No se equivoquen, las compañías iban al E3 por gusto, pero también por obligación, y en un mundo donde el dinero manda, invertir millones de dólares en booths y boletos de avión, era algo que resultaba cada vez más difícil de justificar en los reportes financieros trimestrales. Pero no había alternativa. Después de todo, el E3 había nacido en una época en la que el internet tardaba años en cargar una imagen. No existía sustituto para la presencia física… hasta que de pronto lo hubo.

Playstation Keynote 2017 El keynote de PlayStation en E3 2017, uno de los últimos que organizó la marca

Muchas conferencias, material insuficiente

En la medida en que se pudieron streamear y la banda ancha se volvió un lugar común, las conferencias empezaron a ganar más y m´ás popularidad, pasando de ser un ejercicio de marketing y corporativismo, a una auténtica celebración de lo gamer donde, intencional o no, se lograba una comunión entre marcas y consumidores. Pero la popularización del stream, paradójicamente, auguró el final de la conferencia como la llegamos a conocer.

De bajo costo y largo alcance, el directo se convirtió en una herramienta sobreexplotada en términos de impacto. No es que haya muchos juegos atrasados o que se exija cada vez más de los publishers, es que desmarcarse de la E3 significó que cada marca se sintiera capaz de organizar uno, dos o 20 shows equivalentes, cuando fuera necesario. Quizás se les olvidó que para eso necesitaban suficiente contenido de peso o sencillamente lo ignoraron. Al final, estos mini-shows recurrentes cumplen con su función, pero un efecto secundario fue el de diluir aquello que hacía realmente especial a la conferencia de videojuegos.

Hoy no solamente tenemos la solitaria conferencia veraniega de cada compañía, sino también Summer Game Fest, Future Games Show, Devolver Digital, Inside Xbox, State of Play, Nintendo Direct, la Opening Night de Gamescom, EA Play LIVE, Ubisoft Forward, The Game Awards, y la lista crece cada año. Si bien es verdad que varios de los eventos mencionados son excluyentes, otros no lo son, obligando a fabricantes y desarrolladores a dosificar sus anuncios o, en su defecto, a saturarnos con ellos. ¿Cuántas veces vimos The Callisto Protocol, American Arcadia, A Plague Tale Requiem o As Dusk Falls este junio? Más de las que hubiéramos deseado y es que con tantos escenarios, el verano empezó a transformarse en el equivalente pixelado de un festival de música electrónica, donde cada DJ reproduce las mismas melodías, aunque con su "propio toque".

No, lo que extrañamos no es el E3, son las conferencias de antaño, y esas no van a regresar

Sí, hoy hay más conferencias, pero resultan más desabridas. En las inmortales palabras de Bilbo Baggins: son como poca mantequilla sobre mucho pan. Como si hubiera fútbol americano todo el año. Eso sin mencionar los errores, los formatos inadecuados o las estrategias categóricamente incomprensibles. No es ningún secreto que Summer Game Fest es agotador de ver, ¿por qué? Porque Geoff insiste en ser el protagonista y platicar con los desarrolladores, alternando revelaciones genuinas con comerciales disfrazados -o no tan disfrazados-.  El Capcom Showcase dejó fuera el anuncio que más ameritaba un Capcom Showcase: el regreso de Dragon’s Dogma. La presentación de esta esperada secuela vino a través de un incómodo video solitario del que pocos se enteraron. ¿Por qué? Ni idea. Los caminos del marketing son misteriosos.

PlayStation ya nos ha acostumbrado a ediciones de State of Play tan decepcionantes, que fue toda una sorpresa toparnos con algo diferente esta vez, y si bien el Xbox & Bethesda Games Showcase dignificó un poco el cartelón, tampoco se libró de esa sensación de relleno que caracteriza a los anuncios de juegos no exclusivos o de bajo perfil.

Lejos están los días en los que Shigeru Miyamoto salía a escena para anunciar un nuevo Zelda, espada y escudo en mano; lejos incluso están los días en los que Bethesda anunciaba un nuevo single-player con gameplay, le ponía fecha para ese año y lo sacaba a tiempo. Eso no debió cambiar con la suspensión del E3, cambió porque la industria así lo quiso. Hoy, un anuncio digno del verano es un logotipo o Hideo Kojima avisando que está haciendo un juego… y ya.

Metroid Cómo olvidar esta joya

Por supuesto, hay aspectos positivos implícitos en un eventual regreso a las viejas formas, por más obsoletas que puedan resultar. La E3, probablemente, vuelva a ser abierta al público, un público para el que asistir en físico sí que será algo nuevo -a menos que ya haya ido–. Probablemente las audiencias vuelvan a los keynotes. Y si habrá algo rescatable para los publishers será poder controlar las pruebas de juegos para minimizar las filtraciones. Pero el alma del evento, que son los shows, seguirá en decadencia, a menos que, por alguna razón, disminuya el número de streams anuales, lo cual no va a ocurrir.

Al final del día, la democratización de los eventos digitales significa más eventos como el E3 en el calendario, aunque el precio a pagar esté en una relevancia disminuida. No, lo que extrañamos no es el E3, son las conferencias de antaño y esas, desafortunadamente, no van a regresar.

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