El tiempo en la industria de los videojuegos es implacable. Apenas basta un año para que un juego pase de ser la gran promesa de una compañía a convertirse en un recuerdo incómodo, una anécdota de lo que pudo ser y nunca fue. Hoy, 23 de agosto de 2025, al cumplirse el primer aniversario del lanzamiento de Concord, es inevitable mirar atrás y pensar en todo lo que representó aquel intento de Firewalk Studios y Sony por dar vida a un nuevo gigante de los disparos en primera persona.
Lo que ocurrió no fue un simple fracaso comercial: fue, en muchos sentidos, un testimonio de cómo incluso los proyectos más ambiciosos, respaldados por presupuestos astronómicos y campañas mediáticas llamativas, pueden derrumbarse como un castillo de naipes ante la falta de conexión con los jugadores. Sin embargo, más allá de la caída, hay en su historia un eco de nostalgia.
El nacimiento de un sueño ambicioso
Firewalk Studios nació en 2018, en Bellevue, Washington, bajo el cobijo de ProbablyMonsters. Su primer y único proyecto, Concord, fue concebido como un shooter que intentaría entrar al competitivo terreno de los juegos multijugador en línea. Ocho años de desarrollo, una adquisición por parte de Sony en abril de 2023 y un presupuesto estimado en 400 millones de dólares (según el periodista Colin Moriarty) cimentaron la expectativa de que estábamos ante un nuevo fenómeno capaz de competir con los gigantes del género.
La campaña publicitaria lo presentó con tintes épicos. El 24 de mayo de 2023, durante el PlayStation Showcase, vimos por primera vez su tráiler CGI. Una promesa de ciencia ficción, personajes carismáticos y acción trepidante que parecía diseñada para enamorar al público joven y revitalizar la apuesta de Sony por el mercado multijugador. Pero la magia del tráiler, como tantas veces ha ocurrido en esta industria, resultó ser solo un espejismo.
El derrumbe de Concord: once días bastaron
En julio de 2024, la beta abierta fue el primer golpe de realidad. La base de jugadores era mucho menor de lo esperado. Las críticas coincidían en señalar que, pese a su apartado gráfico decente, Concord carecía de una personalidad propia que lo diferenciara de competidores como Overwatch, Destiny 2 o Apex Legends. Era un producto correcto, sí, pero incapaz de dejar una marca.
El 23 de agosto de 2024, Concord se lanzó oficialmente en PlayStation 5 y PC. Fue entonces cuando la tragedia se consolidó: apenas alcanzó poco menos de 700 jugadores simultáneos en Steam durante su lanzamiento. Para un juego con semejante presupuesto, esa cifra era casi un epitafio prematuro. Sin jugadores, encontrar partidas era difícil; sin partidas, la experiencia colapsaba: el círculo vicioso estaba conformado, el veneno estaba servido.
La rapidez con la que todo ocurrió sigue siendo sorprendente. El 3 de septiembre de 2024, apenas once días después del lanzamiento, Sony anunció que retiraría el juego del mercado y ofrecería reembolsos completos. Un movimiento sin precedentes para una entrega de este calibre. La compañía reconocía, de facto, que no había salvación.
El 29 de octubre de 2024, llegó la sentencia final: el cierre de Firewalk Studios. Ocho años de trabajo, cientos de millones de dólares invertidos y un equipo de desarrolladores talentosos se desvanecieron con la misma rapidez con la que desapareció el juego de las tiendas. El sueño había muerto, y lo había hecho demasiado pronto.
Un año después: reflexiones de un naufragio
Hoy, a un año de aquel lanzamiento, Concord es recordado como un meteoro: visible durante un instante, pero destinado a extinguirse sin dejar nada más que polvo estelar. En la historia de los videojuegos, existen fracasos célebres como E.T. en la Atari 2600 o Anthem de BioWare. Pero esto fue distinto, más que un juego mal recibido: se trata de un ejemplo extremo de cómo las expectativas infladas y la falta de identidad pueden condenar incluso al proyecto mejor financiado.
Es difícil no sentir cierta melancolía. Quizá el juego no merecía ser el estandarte que Sony intentó imponer, pero tampoco merecía un final tan abrupto. Sus creadores trabajaron durante casi una década, y la industria, en apenas once días, los sentenció al olvido. Hay en esa historia una crudeza que refleja la fragilidad del mundo del desarrollo: no basta con dinero ni con marketing; lo que hace que un juego viva o muera es la conexión con sus jugadores.
El caso de Concord debería servir como advertencia tanto para los grandes estudios como para los jugadores. La industria atraviesa un periodo en el que los multijugador se lanzan con la esperanza de convertirse en el próximo servicio eterno, el próximo fenómeno de masas. Pero los jugadores, en el fondo, no buscan clones ni fórmulas repetidas: quieren experiencias que se sientan únicas, capaces de transmitir pasión y autenticidad. Porque al final del día, la ironía más grande de Concord es que, con todo su presupuesto y ocho años de desarrollo, nunca logró encontrar su voz.
Ver 0 comentarios