En 2022, Elden Ring se convirtió en todo un fenómeno al expandir los límites del género soulslike con un mundo abierto tan inmenso como memorable. Tres años después, FromSoftware vuelve con otro Elden Ring bajo el brazo: un spin-off que busca reinterpretar el corazón del juego original bajo una estructura que mezcla elementos de roguelike y multijugador cooperativo.
El resultado es tan extraño como fascinante: ¿pero acaso es lo suficientemente interesante como para justificar su existencia? Ajusta tu armadura y prepara tus mejores hechizos que estamos a punto de embarcarnos en la aventura de descubrir si Elden Ring Nightreign vale la pena.
La historia de Nightreign: un mundo nuevo que se siente familiar
En Nightreign volvemos a las Tierras Intermedias, aunque esta vez no lo hacemos intentando convertirnos en el nuevo señor de Elden, sino para enfrentar a los Señores de la Noche, misteriosas entidades responsables de la Marea de la noche, una lluvia implacable que rodea la isla donde se desarrollan nuestras expediciones. Lo cierto es que la cronología de este título no es clara. Aunque se trata de un spin-off, hay referencias directas a personajes como Godrick, menciones a facciones conocidas y la presencia de enemigos emblemáticos, lo que sugiere que Nightreign podría situarse en algún punto ambiguo posterior a los eventos de Elden Ring.
La narrativa, como es costumbre en los juegos de FromSoftware, es fragmentaria y está contada a través de crípticas descripciones, interacciones con los NPCs y fragmentos de memoria dispersos por el mapa. Cada personaje tiene su propia historia, y solo la descubriremos si prestamos atención y conectamos las piezas con paciencia.

Roguelike en clave souls
A nivel mecánico, Nightreign se aleja radicalmente del progreso pausado y meticuloso de los souls de FromSoftware. En su lugar, apuesta por una estructura roguelike ya sea para tres jugadores o para una sesión en solitario. La icónica Mesa Redonda regresa como nuestro centro de operaciones, ahora corroída por el tiempo y envuelta en un halo de desolación, y desde acá elegiremos a uno de los 8 jefes a nuestra disposición.
Cada partida tiene una duración limitada y se divide en tres días. Durante los dos primeros, deberemos explorar el mapa en busca de equipamiento y experiencia para subir de nivel (alcanzando hasta un total de 15 niveles por partida). Al tercero, enfrentaremos al jefe final del área. Con ese ritmo tan frenético, donde cada día dura alrededor de 15 minutos, no hay margen para la improvisación.
Las diferencias entre personajes no solo aportan variedad, sino que abren la puerta a estrategias más flexibles y colaborativas.
La muerte de nuestro personaje no solo nos regresará al inicio, sino que también nos hará perder un nivel, algo realmente frustrante, puesto esto puede hacer la diferencia al momento de enfrentar a un jefe. Así que acumular suficiente experiencia y recoger el mejor equipo se vuelve esencial. Las armas y objetos están marcados por colores según su rareza, y los más escasos otorgan efectos pasivos adicionales. Es un sistema de loot que recuerda más a los battle royale que a los soulslike, ya que prioriza la rapidez y la eficiencia por encima del descubrimiento lento y mesurado.

Cuando nosotros, o un compañero, caiga en combate, habrá una última oportunidad de volver a ponerse en pie. Aparecerá un marcador sobre el personaje caído que deberemos golpear repetidamente hasta llenar una barra. Si fallamos o tardamos demasiado morirá, y con cada muerte ese marcador se volverá más difícil de completar.
Todos los personajes cuentan con esta habilidad de resurrección, pero su ejecución exige atención, coordinación y un grado de compromiso que transforma el trabajo en equipo en algo más que una opción: es una necesidad. Eso sí: si los tres caen al mismo tiempo durante el enfrentamiento con un jefe final, inmediatamente habremos perdido la partida junto con todo el equipo acumulado durante nuestra Expedición y nuestras runas.
El diseño de menús ha sido simplificado y el inventario ahora es más fácil de navegar. La cabra Torrent también ha desaparecido, pero a cambio nuestros personajes se mueven con una velocidad notablemente mayor que en Elden Ring y han adquirido habilidades de parkour que nos permiten escalar muros y pendientes.

Fuera de ello, los controles son los mismos que en entregas previas, lo que significa que el ritmo del combate dependerá directamente del arma equipada: los hechizos son efectivos, aunque consumen rápidamente la barra de magia; las espadas y dagas golpean con mayor frecuencia, pero con menos fuerza; mientras que los espadones y hachas tardan en cargar sus ataques, aunque lo compensan con mayor daño y una mayor capacidad para romper la guardia del enemigo.
Aunque es técnicamente posible avanzar sin compañía, la estructura misma del juego lo dificulta.
Existen en total ocho personajes a nuestra disposición, cada uno con su propia habilidad pasiva y estilo de combate. El Caballero es el más equilibrado; el Guardián sacrifica movilidad por fuerza bruta; el Pirata funciona como un tanque torpe, pero resistente; la Retornada puede invocar monstruos para atacar o distraer enemigos; la Ermitaña es una hechicera con poderosos conjuros; Ojo de Hierro domina el arco a distancia; la Duquesa es la más rápida del grupo y el Verdugo, reservado para los jugadores más experimentados, puede transformarse en una bestia primordial al activar su Arte Superior.
Estas diferencias no solo aportan variedad, sino que abren la puerta a estrategias más flexibles y colaborativas, sobre todo en los tramos finales del ciclo, donde la sinergia entre roles puede significar la diferencia entre avanzar o tener que empezar de nuevo.

IA, dificultad y multiplayer: la estrategia ahora es compartida
En los que respecta a Inteligencia Artificial, esta no presenta cambios notables respecto a Elden Ring. Los enemigos mantienen sus patrones de ataque conocidos y son tan letales como siempre, así que hasta el más “insignificante” esqueleto puede reducirnos a cenizas con tan solo un par de estocadas. Lo que sí cambia, y de forma drástica, es la manera en que enfrentamos esa dificultad, porque Nightreign no está diseñado para jugarse en solitario.
Aunque es técnicamente posible avanzar sin compañía, la estructura misma del juego lo dificulta. La presión constante del reloj, la aparición súbita de enemigos y la presencia permanente de minijefes acompañados de tropas que recuerdan, para mal, a los peores momentos de Dark Souls II, hacen que llegar al final de una Expedición en solitario sea casi imposible.
Jugar en solitario es una tortura, así que hacerlo con amigos es la mejor forma de experimentar Nightreign.
La curva de dificultad, además, se ve alterada por el diseño roguelike. Hay ocho mapas diferentes (cada uno representado por uno de los ocho jefes finales, todos biomas salidos del primer Elden Ring), y cada uno de estos mapas cambia parcialmente en cada partida: la ubicación de los enemigos y el loot pueden variar, aunque las zonas clave se mantienen.

Y como en todo buen roguelike, las verdaderas recompensas llegan al final. Independientemente de si ganamos o perdemos en nuestra Expedición, al terminar la partida recibiremos Reliquias y Lobreguez. Las Reliquias son objetos de uso permanente que pueden equiparse antes de comenzar una nueva incursión desde la Mesa Redonda.
Algunas aumentan nuestro ataque, otras nuestra resistencia, otras nos otorgan efectos pasivos. La Lobreguez, por su parte, es una moneda especial que puede intercambiarse con un pequeño mercader por más Reliquias, gestos u otros ítems de interés. Con el tiempo, esto permite una progresión que hace que cada intento se sienta menos como un reinicio total.
La experiencia multijugador, como siempre ocurre en este tipo de juegos, depende en gran medida de los compañeros que nos toquen. Cada partida puede variar drásticamente según el nivel de experiencia de los jugadores, su capacidad de reacción y el tipo de comunicación que mantengan durante la expedición. Cuando hay coordinación, el sistema brilla.

Pero cuando falla, es decir, cuando alguien se desconecta, o cuando todos quieren liderar sin ponerse de acuerdo, el resultado suele ser la derrota. La falta de chat de voz agrava ese problema: todo depende del uso de gestos y marcadores para organizar estrategias. Jugar con amigos, en ese sentido, sigue siendo la mejor forma de experimentar Nightreign, no solo por la ventaja táctica, sino porque permite aprovechar al máximo las dinámicas de colaboración que el juego intenta fomentar en cada uno de sus sistemas.
La variedad en el juego se agradece, aunque los elementos reciclados abundan: o solo en los enemigos, también en el diseño del equipo.
Que quede claro que este juego, aunque multiplayer, no es un live service. No hay microtransacciones y tras un DLC prometido por FromSoftware no habrá más añadidos al juego. Nightreign es un proyecto cerrado, algo raro en estos tiempos.
Pura belleza entre ruinas conocidas
Cada expedición en Nightreign se desarrolla en una isla rodeada por la marea de la noche, una lluvia oscura e implacable que actúa como nuestro límite. A medida que transcurre el tiempo, este fenómeno reduce el tamaño del área jugable, obligando al equipo a avanzar constantemente. Aunque esto pueda recordarnos a los battle royale tipo Fortnite, aquí se presenta como una mecánica coherente con la ambientación: una amenaza sobrenatural que presiona a los jugadores sin romper la inmersión.

A pesar de su estructura más acotada, Nightreign no abandona del todo la exploración. El mapa recuerda por momentos a Shadow of the Erdtree por su diseño vertical y laberíntico. Hay castillos, iglesias, túneles, fortalezas, ruinas, campamentos, aldeas y todo tipo de localizaciones familiares. Desde lo alto de una torre, desde el fondo de una prisión o al pie de una catedral, siempre se nos ofrece una imagen que captura la esencia gótica y melancólica de este universo.
Sin embargo, el enfoque ahora es distinto. Explorar sin rumbo tiene consecuencias. Si no hemos recolectado suficiente equipo antes de que se cierre el círculo, estamos condenados. Aquí no hay espacio para el ritmo contemplativo de Elden Ring: hay que moverse, elegir rutas efectivas, tomar decisiones rápidas.
Todo está pensado para sumergirnos en un mundo de Dark Fantasy puro y duro, y para los amantes del subgénero, es una experiencia que vale la pena por sí sola.
La variedad en el juego se agradece, aunque los elementos reciclados abundan. No solo en los enemigos, sino también en el diseño del equipo: espadas, escudos, báculos, medallones, todo proviene directamente de juegos anteriores de FromSoftware, especialmente de Elden Ring. Para algunos, conocer los sets de movimientos de los enemigos y el funcionamiento de ciertos objetos representará una ventaja, pero no se puede negar que el reciclaje ha sido excesivo.

Gráficos y aspectos técnicos
Jugamos en PlayStation 5, donde el juego ofrece dos modos de visualización: uno de calidad gráfica que mantiene 4K pero con una tasa de frames inestable entre 45 y 60, y uno de rendimiento con resolución dinámica y 60 fps estables. En ambos casos, Nightreign mantiene el estándar visual de Elden Ring: menos detallado que otros títulos como el remake de Demon Souls, pero con una dirección de arte que lo compensa todo.
Hay problemas técnicos, sí. Texturas que cargan tarde, aparición repentina de elementos y algunas ralentizaciones. Pero esto ya era común en el juego base, y no afecta en exceso la experiencia. Lo que destaca, como hemos mencionado, es el arte: las sombras alargadas, la luz tenue de las antorchas, los paisajes barridos por la lluvia, las estructuras gigantescas medio derruidas. Todo está pensado para sumergirnos en un mundo de Dark Fantasy puro y duro, y eso, para los amantes del subgénero, es una experiencia que vale la pena por sí sola.

¿Vale la pena Elden Ring Nightreign?
Nightreign es un experimento extraño. No es un Elden Ring 2, ni quiere serlo. Es una reinterpretación multijugador de un universo ya conocido, un híbrido entre roguelike y soulslike con elementos de battle royale que desafía nuestras expectativas y que, en más de un sentido, podría marcar una nueva dirección para FromSoftware.
Pero es también una experiencia frágil. Su matchmaking fue bastante problemático, aunque asumimos que esto se debió a que probamos el juego antes de su salida. Pero si no logra mantener una comunidad activa, el núcleo mismo del juego (el cooperativo) podría diluirse. Y jugar en solitario, no solo es más difícil: es menos divertido.

Cuando funciona, Nightreign ofrece algo poderoso: una partida intensa y exigente. Cuando no, puede ser una experiencia verdaderamente frustrante. Como todos los experimentos, no es para todos. Pero para quienes estén dispuestos a adaptarse, Nightreign abre una puerta insólita y valiente hacia un futuro menos predecible para los mundos de FromSoftware.
Ahora, ¿vale la pena? Depende de lo que busques. Si esperas una expansión tradicional de Elden Ring, con su mundo abierto, su ritmo pausado y su progresión meticulosa, es probable que con Nightreign te sientas fuera de lugar. Pero si estás dispuesto a aceptar sus reglas, su estructura híbrida y su apuesta por el multijugador como pilar de la experiencia, Nightreign puede volverse no solo adictivo, sino una joya extraña con potencial culto.
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