Rick and Morty no ha muerto, sigue encontrando nuevas formas de hacernos reír e incomodar. Reseña sin spoilers de la temporada 8

Rick and Morty no ha muerto, sigue encontrando nuevas formas de hacernos reír e incomodar. Reseña sin spoilers de la temporada 8

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Jesús Zamora

Editor

Finalmente hemos podido ver la temporada 8 de Rick and Morty, y tras enfrentarnos a varias dosis del más ácido y lisérgico humor, creemos que podemos responder a la pregunta que muchos se vienen haciendo: ¿Rick and Morty sigue valiendo la pena?

Porque sí: aunque muchas cosas han cambiado desde los primeros años de la serie, lo que permanece es una maquinaria perfectamente aceitada de referencias pop, ciencia ficción y nihilismo con estética de videojuego. Pero no todo lo que brilla acá es oro, claramente y Rick and Morty también parece estar, por momentos, buscando una nueva forma de contarse. ¿Lo ha logrado? Vayamos por partes.

Un inicio con aroma a Philip K. Dick

El primer episodio de la temporada es, probablemente, el más fuerte a nivel conceptual. En un regreso al tropo dickiano de realidades alternas, pero desplazado al ámbito del recuerdo y el tiempo subjetivo, Rick inserta a Morty y Summer en una simulación que dura décadas para ellos, pero que apenas son minutos en el plano “real”. Dentro de este mundo, los nietos de Rick Sánchez desarrollan vidas completas: trabajos, familias, pérdidas. Y cuando despiertan, lo vivido es amputado de tajo.

La serie (no solo en este episodio, sino en todos) no se detiene mucho en explorar implicaciones filosóficas, no suele hacerlo y tampoco le interesa del todo, pero en este caso, sí deja en el aire una idea inquietante: ¿vale menos una experiencia solo por haber sido simulada? ¿No es igual de real vivir 25 años en un sueño que 25 años alienados en una realidad objetiva? Rick and Morty no da respuestas, y apenas insinúa preguntas. Pero su manera de usar la comedia como catalizador de incomodidad sigue funcionando. Nos reímos, sí, pero también nos quedamos un poco callados después.

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Como en sus mejores momentos, la temporada comienza recordándonos que no hay muchas series capaces de mezclar humor adolescente con ciencia ficción dura y una crítica velada al consumo de experiencias artificiales como alternativa de lo real.

Guion y personajes: caos, crecimiento y contrapesos

Uno de los aspectos más discutidos de esta nueva etapa de Rick and Morty ha sido el cambio de voces tras la salida de Justin Roiland. Sin embargo, el trabajo de doblaje en inglés se mantiene bastante sólido con Ian Cardoni y Harry Belden. Rick y Morty conservan el dramatismo hiperbólico que siempre ha definido sus interacciones, y es gracioso, pero también puede resultar cansino, pues el ritmo de la serie no da espacio a la pausa: todo el tiempo hay un comentario, todo el tiempo hay un chiste, un gesto o un giro que sirve como contrapeso al exceso.

Si algo hay que reconocerle a esta octava temporada es su capacidad para transitar de la violencia al sentimentalismo.

Eso sí: hay algo en las dinámicas entre personajes que me las hizo sentir más genuinas que en temporadas previas. Jerry, por ejemplo, tiene momentos particularmente patéticos y cómicos, como en el episodio del conejo de Pascua, donde se transforma literalmente en un conejo antropomórfico y protagoniza una aventura absurda con tintes de sátira religiosa. Es un episodio que retoma el espíritu más cartoony de la serie, pero que no olvida su vocación de crítica disfrazada de disparate.

En contraste, otro capítulo, este protagonizado por una variante de Rick, abandona toda comedia y se lanza de lleno a un drama melancólico con estética de distopía post-apocalíptica. Esta vez no vemos al Rick original ni a su nieto, sino a un pequeño grupo de variantes que buscan venganza contra los Ricks que alguna vez destruyeron su ciudadela.

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Es aquí donde la serie se permite uno de sus momentos más atmosféricos, con una banda sonora impecable (The Wood Brothers incluidos), así como una exploración del duelo desde el prisma de la multiplicidad de identidades. Si algo hay que reconocerle a esta octava temporada es su capacidad para transitar de la violencia al sentimentalismo, del gag de cinco segundos a la reflexión metanarrativa sin perder identidad.

Acción animada: los buenos trancazos siguen en pie

En cuanto a lo visual, Rick and Morty nunca ha sido una serie perezosa. Y esta temporada lo confirma: cada episodio está repleto de diseños originales, transformaciones delirantes, naves imposibles, mundos dentro de mundos, criaturas interdimensionales que desafían cualquier principio de diseño tradicional.

Rick and Morty temporada 8 es un reciclaje brillante de los elementos que alguna vez la hicieron única.

Pero lo que más destaca es la acción. Las coreografías animadas, aunque breves, tienen peso. Son físicas, dolorosas, y en ocasiones brutalmente efectivas. La serie es histriónica en su violencia, pero no la usa como muleta narrativa. No está presente todo el tiempo, y cuando aparece, se siente. Para quienes disfrutan de los buenos trancazos en pantalla, aquí hay varias secuencias memorables.

El primer episodio, dondeMorty se convierte en el líder de una resistencia lumpenproletaria después de que le corten su simulación, es un ejemplo perfecto: comedia de enredos con trasfondo político que, aunque no demasiado elaborado, resulta efectivo por su capacidad de reírse incluso de sus propias ambiciones ideológicas. Es una de esas historias donde el caos y la destricción se convierten en vehículo de comentario social a través de grandes secuencias; donde la risa, como tantas veces, se convierte en un mecanismo de defensa ante la verdad.

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Sonido y atmósfera: nostalgia sintetizada

La música vuelve a tener un papel relevante. Aunque la serie no siempre acierta en el uso de canciones licenciadas, cuando lo hace, brilla. Como ya mencionamos, hay momentos en los que las piezas elegidas aportan un tono melancólico que contrasta con el caos visual. Esto es especialmente notable en los capítulos más introspectivos, donde la música no solo acompaña sino que guía.

El diseño de sonido también merece una mención. Cada explosión, cada grito, cada salto dimensional tiene el sello de la casa. Y aunque la fórmula ya no sorprende como en los primeros años, se agradece la consistencia y el nivel técnico de una producción que, pese a sus altibajos, nunca ha dejado de tomarse en serio a sí misma.

¿Rick and Morty Temporada 8 vale la pena?

Rick and Morty temporada 8 es un regreso a casa, un reciclaje brillante de los elementos que alguna vez la hicieron única. Sí, ya no está interesada en revolucionar el medio. Y sí, muchas de sus preguntas filosóficas ya han sido formuladas y respondidas por otras obras antes que ella. Pero lo que aún tiene es una voz clara, un ritmo inconfundible y una capacidad inusual para convertir lo absurdo en espejo.

¿Vale la pena? Absolutamente. No porque sea innovadora, sino porque sigue siendo una de las pocas series que entiende que la comedia también puede ser una forma de lidiar con el terror existencial. Y en ese sentido, Rick and Morty no ha envejecido mal. Simplemente, ha mutado, como todo lo que vive. Y eso ya es algo a su favor.

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