Cuando uno piensa en un buen shōnen, piensa en un sistema de poder claro, emocionante y, sobre todo, coherente. Dragon Ball nos acostumbró a los niveles de pelea, Naruto nos habló de clanes y técnicas prohibidas y Bleach nos introdujo a las liberaciones de zanpakuto. Y luego llegó Jujutsu Kaisen, de Gege Akutami, con maldiciones, energía maldita, técnicas innatas, dominios y, más que nada, una aparente jerarquía que se ha ido difuminando con el paso del tiempo. Una jerarquía que hoy parece más un capricho narrativo que una lógica estructural, y que está a punto de volverse todavía más ambigua con el comienzo de la Temporada 3 en el anime.
Las jerarquias de Jujutsu Kaisen
Al principio, todo parece ordenado: hechiceros y maldiciones divididos por grados, del 4 al Especial. Si eras Grado 1, podías plantar cara a una maldición Grado 1. Si eras Grado Especial, estabas en la cima de la cadena alimenticia. Ese marco inicial permitía entender con relativa claridad el universo: sabías quiénes eran los grandes, quiénes los novatos, y cuánto peligro suponía un enemigo. Gojo Satoru, desde luego, era la excepción gloriosa que confirmaba la regla: un monstruo entre monstruos, el punto de referencia con el que todo se medía.
Pero con el avance del manga, esa claridad se diluye. La introducción de los Dominios, los Votos Vinculantes, la Energía Inversa y las Técnicas Innatas vuelven más compleja la estructura. Ya no importa tanto qué grado tengas, sino cómo usas lo que tienes. Esta concesión narrativa es un arma de doble filo: por un lado, le da profundidad al sistema y escala de poder de la serie, pero también puede ser confuso para los espectadores.
Este fenómeno se acentúa especialmente desde el Culling Game (el cual será adaptado al anime a partir de la Temporada 3) y las secuencias finales del manga. Lo que parecía un ascenso controlado en poder se convierte en una carrera desenfrenada hacia lo inesperado. Sukuna, por ejemplo, parece poder adaptarse a cualquier situación sin restricciones claras. Personajes que estaban claramente por debajo en fuerza ahora superan a figuras establecidas sin una progresión lógica. Y aunque Akutami es brillante mostrando que incluso los más poderosos tienen límites, a veces esos límites parecen disolverse por conveniencia.

Las escalas de poder dan paso al caos narrativo
La narrativa de Jujutsu Kaisen se construye sobre la sorpresa: la emoción de no saber quién vivirá o morirá, quién despertará una técnica absurda o quién caerá en el momento más trágico. Esa incertidumbre es parte del encanto. Pero también tiene un precio: sacrificar la coherencia interna del sistema de poder en favor del espectáculo.
La diferencia entre un giro sorpresivo y uno injustificado es delgada. Cuando se introducen nuevas habilidades sin señales previas, o cuando un personaje cae pese a que todo indicaba que debía dominar la batalla, el lector siente que la serie juega con las reglas como le conviene. Y eso, más que generar emoción, puede provocar desconfianza.
Esto no quiere decir que todo esté mal. De hecho, uno de los grandes logros de Akutami es haber creado un mundo donde las técnicas no son solo poder bruto, sino también estrategia, voluntad y consecuencias. En ese sentido, Jujutsu Kaisen recuerda constantemente que el poder absoluto no existe. Gojo, por invencible que parezca, no es eterno. Sukuna, con toda su capacidad destructiva, también tiene un costo. Nadie es inmune. Y eso es narrativamente poderoso.

Al final, la escala de poder en Jujutsu Kaisen es el reflejo del propio universo que habitan: impredecibles, brutales, desgarradoramente humanas en su falta de lógica absoluta. No son un sistema de niveles como en un RPG; son una expresión del caos inherente a una guerra contra maldiciones. A veces nos frustran, otras nos emocionan, pero nunca nos dejan indiferentes.
Y quizá ahí radica su verdadero poder. No en los números, no en las jerarquías, sino en la capacidad de hacernos cuestionar todo capítulo a capítulo. Porque en un mundo donde lo sobrenatural convive con la tragedia y la evolución puede ser tanto salvación como condena, el verdadero grado más alto no es el Especial: es sobrevivir al caos con maestría.
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