Quizá no lo habías visto, pero en Xbox Game Pass puedes disfrutar de uno de los grandes candidatos al Juego Indie del Año

Quiza No Lo Habias Visto Pero En Xbox Game Pass Puedes Disfrutar De Uno De Los Grandes Candidatos Al Mejor Juego Indie Del Ano 2
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Ayax Bellido

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Ayax Bellido

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Escribo sobre videojuegos y anime, y me siento muy afortunado por ello. Editor en 3DJuegos LATAM. ¡Llegó el momento de la espada y el hacha, llegó el momento de la locura y el desdén!

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Blue Prince es un juego indie desarrollado por Dogubomb que se construye como una casa de enigmas; como un laberinto que respira, cambia y desafía la lógica. Disponible en Xbox Game Pass, este juego no solo se ha ganado la atención del público, sino que ya es considerado uno de los grandes contendientes al Mejor Juego Indie del Año. Y no es difícil entender por qué: pocas obras consiguen convertir la exploración en una experiencia tan poética, impredecible e intensamente cerebral.

Una casa que se reinventa cada amanecer

Blue Prince te da la bienvenida a Monte Holly, una mansión que parece diseñada por un arquitecto con delirios de grandeza y un espíritu travieso. Cada habitación tiene su propio carácter, sus propias reglas, y al abrir una puerta no sabes si te encontrarás con un estudio tranquilo, un pasillo interminable o una trampa que pondrá a prueba tu ingenio. Lo más brillante del juego es que esa incertidumbre no es un obstáculo, sino el corazón de su propuesta.

La mansión cambia cada día: al amanecer, el mapa se reconfigura, las habitaciones desaparecen y los caminos que antes conducían a un tesoro ahora desembocan en un muro. Esa fugacidad convierte a Blue Prince en una metáfora del descubrimiento: cada paso cuenta, cada decisión tiene peso, y la pérdida es parte esencial del proceso. El jugador aprende a disfrutar de lo efímero, de ese instante en que todo tiene sentido justo antes de que la casa vuelva a reinventarse.

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La estrategia de la curiosidad

Los objetos que encuentras en Monte Holly no son meros adornos. Cada herramienta puede usarse de distintas maneras, y descubrir su utilidad se convierte en un juego dentro del juego. Desde llaves ocultas hasta artefactos que alteran el mapa, cada elemento invita a la experimentación y recompensa la creatividad. Pero, claro, la mansión tiene su propio sentido del humor: cuando el sol se levanta, todo desaparece. Todo, excepto las mejoras permanentes que logres desbloquear.

Esa dinámica diaria crea un ritmo particular: solo hay pequeños triunfos que sobreviven al amanecer. Es una sensación extraña, casi existencial. Jugar Blue Prince es como soñar con una casa que se reconstruye cada noche, y despertar con la certeza de haber aprendido algo, aunque no puedas recordar qué.

Y es que jugar Blue Prince es aceptar que el control es una ilusión. Puedes planificar, explorar, mapear y teorizar, pero la mansión siempre tendrá la última palabra. Esa tensión entre lo planeado y lo imprevisible convierte cada partida en una experiencia distinta, y ahí radica su re-jugabilidad casi infinita.

En un catálogo tan vasto como el de Xbox Game Pass, Blue Prince brilla con luz propia. No solo merece una oportunidad; exige ser jugado con mente abierta y espíritu explorador; un recordatorio de que, a veces, las mejores aventuras no se encuentran en galaxias lejanas ni en guerras épicas, sino detrás de una puerta que no sabías que querías abrir.

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