En 2024, PlayStation lanzó la PS5 Pro, una versión que cuenta con mejoras sustanciales, como un hardware optimizado que reduce los tiempos de carga y optimización en la eficiencia energética. Tampoco fue una sorpresa que la consola también incluyera un rendimiento gráfico más potente, pero existe un secreto invisible que perfecciona todavía más este aspecto.
Ya no vivimos en la era de la PS2, por lo que una de las tendencias del gaming actual es disfrutar de los juegos con la máxima calidad visual. De esa forma, podemos apreciar la intención estética o artística de los desarrolladoras de videojuegos, quienes ahora disponen de herramientas de diseño basadas en el hiperrealismo. En ese contexto, este detalle escondido de la PS5 Pro logra que los juegos cambien cómo lucen en lo técnico.
La función fantasma de la PS5 Pro
En la PS4 Pro existía una opción exclusiva para mejorar calidad de imagen de los juegos. Aunque en la PS5 no hay una alternativa oficial de ese tipo hasta la fecha, sí que existe un Game Boost invisible para lograr que los títulos alcancen una fluidez visual más alta.
Los de Digital Foundry, la división de análisis técnico perteneciente a Eurogamer, demostraron lo anterior con Elden Ring. En las pruebas que realizaron, el juego alcanzó velocidades de fotogramas más altas que en la edición estándar, sin que FromSoftware hubiera lanzado un parche específico para ello.
La conclusión de Digital Foundry con estos ensayos fue que, si este supuesto Game Boost no representa toda la potencia adicional de la PS5 Pro, por lo que todavía existen limitaciones que que impiden ver todas las capacidades adicionales de la GPU en la consola. Además, es el mismo dispositivo es el que aplica estas mejoras visuales automáticamente. En otras palabras, la PS5 se encarga de mejorar la experiencia de manera silenciosa, sin que el usuario tenga que hacer configuraciones.
Sí, más potencia, pero menos corazón
Tal vez sea que las nuevas generaciones de gamers sean más exigentes, pero jugar por debajo de los 60 fps es como retroceder a una época en la que la experiencia estaba incompleta. Al final, esta "dependencia estética" refleja cómo el gaming se transformó. Ya no basta con sólo jugar, ahora queremos que cada sesión sea un espectáculo visual, lo que obligó a los estudios a priorizar este punto sobre otros detalles que podrían ser más importantes.
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