He jugado Clair Obscur: Expedition 33 de principio a fin y siento que, pese a que han pasado meses, no he terminado de procesar todo lo que Sandfall Games puso sobre la mesa. Hay juegos que terminan y ya; otros que ni siquiera a eso llegan, pero este, en cambio, sigue rondándote la memoria como un eco persistente. Por eso, una vez que hemos entrado en la temporada de hablar del GOTY 2025, este es uno de esos candidatos naturales que se ponen sin ningun esfuerzo en la conversación.
Su recepción crítica es un reflejo de su impacto: una calificación en Metacritic que ronda los 92 puntos por parte de los medios especializados, y el 96 en las calificaciones de los usuarios. Reseñas que lo describen como una obra de arte en movimiento, una frase que, aunque pueda sonar hiperbólica, se queda corta cuando uno experimenta su propuesta visual, combate sorprendentemente moderno y narrativa obsesionada con la memoria, el duelo y la fragilidad humana.
Una crónica contra el olvido
En esencia, Clair Obscur: Expedition 33 es un viaje para salvar algo más trascendente que el mundo: la memoria de quienes lo habitan. Cada diez años, la misteriosa “Pintora” borra de la existencia una parte de la humanidad que habita en la ciudad de Lumiere. No es un apocalipsis tradicional, sino un borrado progresivo que convierte a las personas en apenas un susurro. Frente a esto, la Expedición 33 emprende un camino desesperado para detener el ciclo antes de que sea demasiado tarde.
La historia utiliza la fantasía para hablar del miedo más universal: ser olvidado. Y ahí, en esa vulnerabilidad silenciosa, el juego encuentra su mayor fuerza. Es una meditación sobre el duelo, la historia y la necesidad humana de ser recordados, articulada con elegancia y sin caer en sentimentalismos fáciles.
Otras de las característica más celebrada del juego es su estética. Sandfall Games decidió romper con el imaginario medieval o futurista que domina el género y apostó por una Belle Époque francesa reinventada, mezclando su estética aristocrática con un toque post-impresionista.
Los escenarios parecen lienzos vivientes: plazas con lámparas de gas, salones saturados de colores cálidos, y personajes que se mueven como si hubieran salido directamente del siglo XIX. Ese estilo vibrante no es solo un adorno; funciona como un recordatorio constante de lo que está en riesgo de desaparecer.
Un combate que rompe lo tradicional en los RPG por turnos
Clair Obscur: Expedition 33 renueva la propuesta de un RPG por turnos tradicional, llevándo sus mecánicas a una propuesta que se siente más ágil y teatral. Es por turnos, sí, pero dinámico: el jugador debe presionar botones con precisión, defender en el momento exacto y ejecutar ataques con un timing casi musical.
Cada batalla parece coreografiada, pero sin perder profundidad táctica. Es un combate que respira, que exige reflejos y estrategia, y que logra lo impensable: hacer que cada turno se sienta urgente, y que cada decisión sobre el campó de batalla tenga peso.
Pero si Clair Obscur: Expedition 33 está siendo recomendado como uno de los mejores juegos de rol de la generación no es solo por su técnica impecable, sino por su consistencia emocional y artística. Es visualmente sublime, un despliegue que fusiona arte clásico con animación moderna.
Por todo esto, hablar de él como un candidato al GOTY 2025 no parece precipitado. Expedition 33 no solo quiere ese título: lo exige con cada pincelada, batalla y cicatriz emocional que deja en el jugador. En un panorama marcado por grandes nombres, este RPG silencioso, poético y revolucionario logra lo que pocos: recordar que los videojuegos también son arte, y que tabto el olvido como la perdida, esos enemigos invisibles, solo puede vencerse con experiencias imposibles de borrar.
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