Thunderbolts es la mejor película de la Fase 5, pero el MCU todavía no revive. Reseña sin spoilers de la cinta que nos prepara para Avengers Doomsday

Concluyendo la irregular Fase 5 de Marvel Studios y encaminándonos al gran evento multiversal que traerá de vuelta a Robert Downey Jr. como Dr. Doom, Thunderbolts finalmente ha llegado a cines para decir algo importante: Marvel está buscando una nueva manera de hacer las cosas. ¿Pero esta película se queda en ensayo experimental, o acaso la Casa de las Ideas ha dado con una fórmula distinta de éxito?

Lo cierto es que hay más áreas grises en esta entrega que en muchas de las propuestas previas del estudio, así que sí: hay cosas muy buenas, cosas malas, y un poco de meh en el camino. Pero no nos retrasemos más: vamos con esta reseña para descubrir si Thunderbolts realmente vale la pena.

Una introducción entre sombras

La historia de Thunderbolts va, esencialmente, de un grupo de mercenarios que por azares del destino terminan siendo obligados a asesinarse entre ellos, pero que (inevitablemente) terminan uniéndose para enfrentar una amenaza mayor. A simple vista, parece una premisa conocida, aunque vaya que esta es una historia diferente.

Ya desde las primeras escenas, la película deja claras sus intenciones: con una Yelena al borde del vacío, cuestionándose su papel en el mundo, Thunderbolts da inicio y establece una atmósfera más cruda e introspectiva, distinta a la ligereza de otras entregas del MCU: y no de forma forzada o impostada, sino a través de un lenguaje visual que apuesta por mostrar más que explicar.

Igualmente brillante es la introducción de los primeros miembros del equipo, algo que ya se dejaba ver en las escenas extendidas que antecedieron al estreno de la película. Un battle royale improvisado entre un supersoldado, dos viudas negras y un experimento fallido que deja a un lado la fantasía infantil de la “supervivencia optimista” marca Marvel y que resulta en la conformación de un grupo sin verdadera consistencia: los llamados “Thunderbolts”.

Se siente, en muchos sentidos, como la primera película de Avengers: los héroes están fragmentados, emocionalmente inestables y enfrentados entre sí. Pero esta vez, no hay una moral común que los unifique: solo el dolor compartido. Porque estos no son los Avengers. Son cínicos, son violentos. Son antiheroes.

Guion y personajes: redención en un terreno baldío

A nivel actoral, Thunderbolts sorprende frente a otras producciones del MCU. No porque todos estén brillantes (de hecho, varios quedan cortos), sino porque hay una intención clara de trabajar desde lo humano, lo roto y lo incómodo. La película no se recarga en diálogos grandilocuentes ni en poses heroicas. Lo que hay son personajes buscando sentido dentro del caos, y eso ya es un paso adelante frente a la inercia de otras entregas del MCU.

Lewis Pullman, quien interpreta a Bob Reynolds, aka Sentry, es una incorporación tan inesperada como potente. No solo se trata del personaje más interesante de toda la película, sino que sirve como catalizador emocional para los demás, especialmente para Yelena. Desde muy temprano, la ex Black Widow empieza a abrirse con Bob, lo que en principio se puede sentir como algo apresurado, casi inverosímil. Pero conforme avanza la cinta, el vínculo cobra sentido. Hay algo roto en ambos que se reconoce, y eso es lo que Thunderbolts intenta hacer mejor que muchas del MCU: construir desde el trauma, no solo desde la trama.

Y como en los cómics de Marvel, Sentry se presenta no solo como un hombre con poderes imposibles. Él es una metáfora, una idea extraída del imaginario de Grant Morrison: “¿Por qué un dios debería obedecer órdenes humanas?” Pero a diferencia de la Justice League del escocés, que funcionaba como una ópera de deidades funcionales, Thunderbolts propone a un superhombre quebrado, profundamente humano.

Sin embargo… la representación de The Void, esa entidad destructora que habita dentro de Sentry, acá toma un camino diferente al de los cómics y no sé si eso me gustó. A diferencia de las historietas, The Void en Thunderbolts no proviene tanto del horror cósmico como de un reflejo oscuro en clave jekylliana; es decir, no una fuerza indescifrable, sino un dolor encapsulado que ha perdido el lenguaje para explicarse, ¿y que prefiere sumergirlo todo en sombras interdimensionales? Con esta versión de la anárquica entidad nos alejamos de Lovecraft y nos acercamos más al melodrama psicoanalítico que, aunque efectivo, pierde algo de magia en el camino.

El trabajo de Florence Pugh es bastante destacable. Su acento ruso me encanta y su personaje en general logra transmitir con honestidad el dolor de alguien que ha vivido al margen del mundo. Incluso Wyatt Russell, que en The Falcon and the Winter Soldier parecía una caricatura de antihéroe edgy, aquí convence más con su drama familiar contenido.

Lamentablemente, lo mismo no se puede decir de Sebastian Stan, de quien tenía grandes expectativas y quien tristemente fue desperdiciado como Bucky. Ago notablemente curioso, pues Marvel no dejó de resaltar la presencia del actor como el mismo que protagonizó las alabadas por la crítica The Apprentice y A Different Man.

Ghost (Hannah John-Kamen) directamente no aporta nada, mientras que David Harbour como Red Guardian vuelve a ser una fuente eficaz de alivio cómico. Julia Louis-Dreyfus, por otro lado, se hunde un poco. Su Valentina Allegra de Fontaine no tiene ni la autoridad ni el carisma para convertirse en una figura realmente destacable, y eso que la actriz viene del mundo de la comedia.

Música y atmósfera: entre la contención y el desenfreno

Tenemos que ser honestos: la banda sonora original Thunderbolts no es nada memorable, pero eso es ya una constante en la mayoría de pelis del MCU. Son Lux, los artistas acreditados, cumplen, pero no brillan. Y a diferencia de otras entregas que han sabido incorporar tracks licenciados como parte de su identidad, aquí apenas escuchamos alguna pieza reconocible. Esta contención musical tiene sentido en una película que prefiere el peso de los silencios, pero también contribuye a que, por momentos, se sienta emocionalmente desnutrida.

Por el contrario, lo visual en Thunderbolts se siente muy bien trabajado y eso es un alivio. Después de muchas críticas, Marvel parece haber aprendido la lección con los efectos digitales. Las peleas tienen peso, el CGI no satura, y la coreografía se siente física, dolorosa, viva. La acción entretiene sin caer en lo caricaturesco, y eso ya es mucho decir.

Sin embargo, el vuelo de Sentry deja que desear. Después de ver lo que James Gunn logró con Adam Warlock en Guardianes de la Galaxia Vol. 3, uno esperaba una versión más sólida del Superman de Marvel. Pero aquí el movimiento de Sentry es un poco tosco. La idea funciona desde lo simbólico (se supone que él es EL Superhombre), pero en pantalla no termina de convencer.

Eso sí: la secuencia de enfrentamiento en la segunda mitad de la película es toda una delicia y la parte más experimental en esta producción de Marvel. Se trata de un viaje onírico que se permite jugar con las reglas del espacio y la forma, una representación que escapa del canon de lo habitual en el MCU y nos recuerda otras hermosas secuencias como la pelea de Peter Parker contra Mysterio en Spider-Man: Far From Home.

¿Thunderbolts vale la pena?

Thunderbolts es de lo mejor que ha dado la Fase 5, pero aún no encuentra la chispa que hizo brillar las mejores entregas del MCU. Apuesta por el dolor y la introspección, pero le falta riesgo. Se agradece el intento de construir personajes más complejos, pero aún se siente encadenada a los moldes de una fórmula que se resiste a morir. Aun así, en su ambigüedad, hay destellos de algo nuevo. Quizá no estamos ante una GRAN película de superhéroes, pero sí ante una señal: el MCU finalmente está cambiando. Por Vishanti esperamos que sea para bien.