Su CGI fue revolucionario, pero terminó convirtiéndose en parodia de sí misma. Reseña de Los 4 Fantásticos y Silver Surfer, la película que terminó con la franquicia

Triplicando en taquilla lo que costó la película, tras el éxito de Los 4 Fantásticos de 2005, FOX no se lo pensó dos veces e inició la producción de una secuela. Para hacerla, se inspiraron en el legendario #45 del cómic de los 4F, y mientras Tim Story regresó a la dirección, el guion cayó esta vez en manos de Don Payne, sustituyendo al increíble Mark Frost. Aunque la película conservó algunos aciertos de su predecesora, lo cierto es que hay un cambio en el tono que terminó por perjudicarla.

Al final, aunque no fue un fracaso en taquilla, la cinta no ofreció los resultados esperados por la productora, llevando a que FOX cancelara un tercer filme y congelara la franquicia por casi una década. Pero, ¿esto significa que es una mala película? ¿Acaso Los 4 Fantásticos y Silver Surfer no vale la pena?

Una historia más grande, pero no necesariamente mejor

A diferencia de la primera entrega, que funcionaba como historia de origen y comedia de enredos, pero con superpoderes, la secuela de Los 4 Fantásticos se abrió hacia lo cósmico. La película nos reencuentra con el grupo de héroes sumidos en su rol de celebridades, obligados esta vez a enfrentar una amenaza que llega del espacio: un ser misterioso conocido como Silver Surfer, heraldo del temido Galactus. Todo mientras Victor Von Doom regresa inexplicablemente para reclamar una vez más su lugar como el mayor enemigo del equipo.

El guion es, sin lugar a dudas, más desordenado. Hay una mayor ambición por contar algo “más grande”, pero eso no se traduce necesariamente en una historia mejor estructurada. En este sentido, la película es continuista, no solo en la narrativa, sino en la misma lógica inverosímil que la caracterizó. Por ejemplo, cosas como la manera en la que Doom vuelve a escena después de haber sido convertido en estatua, o que el enorme poder de Silver Surfer recaiga en su tabla.

También es una película con un humor más intenso, pero no más efectivo. De hecho, muchas bromas giran ahora hacia lo sexual, y no precisamente con la sutileza de las viñetas clásicas. Por ejemplo, hay una escena en la que Sue camina semidesnuda en medio de un montón de gente, sin una verdadera razón de fondo savo la del más puro y duro fanservice. Ese tipo de situaciones son constantes, y revelan una considerable pobreza en el guion.

Silver Surfer, Johnny y las pocas emociones que sobreviven

Por suerte, el personaje de Silver Surfer, interpretado por el mejor artista de la peli, Doug Jones, salva gran parte de la experiencia. No solo es el añadido más interesante de la cinta, sino el más fiel a los cómics. Su personalidad es filosófica, y su presencia, como en los cómics, transmite tanto amenaza como tristeza. Hay algo del Silver Surfer de Stan Lee y Moebius en su interpretación. Lástima que lo nerfearon con la absurda idea de que sin su tabla pierde todos sus poderes.

Galactus, por su parte, fue y sigue siendo uno de los aspectos más criticados de la cinta, al pasar de ser una entidad sintiente y pensante a una especie de fuerza cósmica cuyo único deseo es devorar todo a su paso. En muchos sentidos, esto suena idéntico al personaje de los cómics, pero la gran diferencia es que en las historietas el Devorador de Mundos es representado como una figura antropomórfica, y no como una nube cósmica de proporciones inimaginables.

Como era de esperarse, Johnny Storm vuelve a ser el alma de la película. Es divertido, es excesivo, es estúpidamente sexy. E incluso algunas de las ideas más provocadoras del guion recaen sobre él, como cuando se llena el uniforme de logos corporativos y hace, de forma inesperada, una crítica al sistema capitalista que lo explota como figura pública.

Ben Grimm también tiene un giro interesante: su tragedia ya no se limita a ser “el feo del grupo”, sino que empieza a construirse una idea de aceptación, de autovaloración, que nunca termina de desarrollarse, pero que está en la forma en que Michael Chiklis lo humaniza debajo del maquillaje prostético.

Reed Richards, en cambio, pierde el poco terreno emocional que había ganado. Ioan Gruffudd sigue siendo un actor competente, pero el guion lo relega a una especie de científico tonto. Sue Storm, por otro lado, se vuelve casi insoportable. Jessica Alba no tiene el rango actoral para sostener el papel, y su representación de la Mujer Invisible se aleja por completo de los cómics. En lugar de una heroína decidida, nos quedamos con una adolescente caprichosa.

Y Doom, a pesar de los esfuerzos de Julian McMahon, queda reducido como villano. Su regreso carece de sentido y su final, una vez más, es abrupto y poco memorable. Todo lo contrario al personaje imponente y trágico que ha sido durante décadas en las páginas de los cómics Marvel.

Acción, espectáculo y un CGI que aún impresiona

Donde la película sí brilla es en su apartado visual. Como en la cinta anterior, las locaciones reales vuelven a brindar esa sensación de una Nueva York viva, que funciona como un personaje más. En lo que respecta al CGI, este fue, para su tiempo, revolucionario.

Los poderes de Johnny, Reed y Sue jamás se habían visto tan bien, pero el verdadero logro visual es Silver Surfer: su superficie reflectante, su postura corporal, todo está perfectamente trabajado. Incluso más de 15 años después, su diseño compite (y muchas veces supera) a los efectos especiales de películas mucho más recientes del género.

La música de John Ottman también da un salto respecto a la primera cinta. La partitura es más épica, más melancólica en los momentos cósmicos que tiene la cinta, y más juguetona cuando lo amerita: aporta esa capa emocional que el guion no siempre consigue transmitir.

¿Los 4 Fantásticos y Silver Surfer vale la pena?

Los 4 Fantásticos y Silver Surfer fue pensada como un segundo capítulo con continuación (incluso tiene una escena postcréditos). Pero el poco entusiasmo del público y los planes de la productora truncaron este plan.

Hoy, con la perspectiva que dan los años, es más fácil entender lo que salió mal: un guion sin foco, decisiones creativas erráticas y personajes desperdiciados. Pero también es justo reconocer lo que salió bien: un diseño de producción impecable, un CGI adelantado a su tiempo, y un par de personajes que siguen funcionando incluso en medio del caos.

No es una gran película, pero tampoco es un desastre. Es una secuela que no supo madurar a sus personajes ni elevar sus ideas. Pero en su intento, dejó momentos visuales memorables y al que probablemente siga siendo el mejor Silver Surfer que hemos visto en pantalla.