Durante años, Splinter Cell fue sinónimo de espionaje táctico, sigilo y narrativa inteligente. La saga de Ubisoft, encabezada por el enigmático agente Sam Fisher, marcó una época dorada para los videojuegos de acción en la década de los 2000. Sin embargo, con el paso del tiempo y la ausencia de nuevas entregas, la franquicia parecía haberse desvanecido en la penumbra, como su propio protagonista entre las sombras.
Hoy, Netflix busca devolverle la vida a ese legado con Splinter Cell: Deathwatch, una serie animada que reinterpreta el mito del agente más icónico del género.
Netflix le da una nueva vida a Sam Fisher
El proyecto, desarrollado en colaboración con Ubisoft, llega al catálogo de streaming con una misión clara: reconectar con los seguidores de la saga y presentar el universo de Splinter Cell a una nueva generación. En esta versión, Sam Fisher, interpretado por Liev Schreiber, ya no es el espía implacable que conocimos, sino un hombre retirado que intenta dejar atrás el ruido del pasado. Vive una vida tranquila en una granja, una especie de purgatorio rural donde el silencio reemplaza las órdenes y las sombras del deber.
Sin embargo, su retiro se ve interrumpido cuando Zinnia McKenna, una joven agente encarnada por Kirby Howell-Baptiste (The Sandman), fracasa en una misión que amenaza con desencadenar un conflicto global. La única esperanza de supervivencia y salvación recae en Fisher, quien debe volver al tablero del espionaje para detener un complot que podría alterar el equilibrio mundial y costar millones de vidas.
El argumento de Splinter Cell: Deathwatch funciona como una metáfora sobre el regreso de los fantasmas del pasado, tanto en la vida del protagonista como en la propia franquicia. Netflix no solo rescata una historia de acción, sino que intenta revivir un universo narrativo que el público había dado por perdido, y lo hace con un enfoque maduro, cargado de tensión y de momentos introspectivos que recuerdan al tono clásico del cine de espionaje de la Guerra Fría.
Acción, espionaje y el paso del tiempo como eje
La serie se apoya en un guion que combina intriga política, acción y emoción contenida. Cada episodio mantiene una estructura tensa en la que los giros narrativos se despliegan con precisión, en una acción intensa cuando Fisher lucha contra enemigos externos, pero instrospectiva cuando la batalla es contra el inevitable paso del tiempo y las heridas de una vida dedicada al deber. Fisher, ahora más humano que nunca, se convierte en símbolo de una generación que carga con las cicatrices de su tiempo y que debe volver a la acción cuando el mundo, una vez más, se desmorona.
Visualmente, la animación adopta un estilo sobrio, con una paleta de colores fríos que refuerza el tono sombrío del relato. La dirección artística evoca los contrastes de luz y sombra que definieron a los videojuegos, y el diseño sonoro logra transmitir la tensión característica de Splinter Cell.
Eso sí, no esperes grandes guiños a los videojuegos. De hecho, Deathwatch es capaz de sostenerse como una historia autónoma. No es necesario haber jugado los títulos de Ubisoft para entender el peso del personaje o la gravedad de la misión. El anime se construye como un thriller de espionaje contemporáneo, en el que la lealtad, la culpa y la moral se entrelazan con un ritmo vertiginoso.
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