Habían pasado más de cinco años desde que el poderoso Saitama lanzó su último golpe en la pantalla. One Punch-Man, uno de los animes más influyentes y queridos de la última década, ha regresado con su Temporada 3, disponible en Netflix y Crunchyroll desde el 12 de octubre. Sin embargo, tras tanta espera, el primer episodio deja una mezcla compleja de emociones: la alegría del reencuentro y la inquietud del déjà vu técnico.
Después de 2293 días de ausencia, el regreso del héroe más fuerte del mundo debería sentirse como un puñetazo de pura euforia, pero lo cierto es que el impacto se siente amortiguado. El estudio J.C. Staff, encargado nuevamente de la animación, no parece haber aprendido del todo de las críticas que acompañaron la segunda temporada. Aunque el dibujo mantiene un nivel más que digno, la animación se percibe rígida, poco fluida, y con momentos en los que los personajes parecen marionetas atrapadas en su propio trazo.
Un regreso con cautela
La segunda temporada de One Punch-Man fue un punto de inflexión en la percepción del anime. Luego de que Madhouse dejara la producción, la comunidad de fanáticos recibió el cambio con escepticismo. Y aunque la historia siguió siendo sólida, con Garou ganando protagonismo y la Asociación de Héroes enfrentando su propia decadencia, el dinamismo visual que caracterizaba la primera entrega se desvaneció.
Ahora, con esta tercera temporada, el estudio J.C. Staff tenía la oportunidad de redimirse. Pero el primer episodio, más que una declaración de fuerza, se siente como un ensayo prudente, una prueba de terreno. No es un mal comienzo, pero tampoco un golpe certero. Es un capítulo que se limita a poner las piezas en su lugar: Saitama y sus compañeros descansan tras la batalla contra la Asociación de Monstruos, mientras Garou, uno de los villanos más fascinantes del manga, comienza a alinearse con las fuerzas de la Asociación de Kaijus.
Entre la esperanza y la incertidumbre
El arco que está por adaptarse es, sin duda, uno de los más esperados por los seguidores. El enfrentamiento entre Saitama y Garou promete ser no solo una batalla física, sino un choque de filosofías: la fuerza absoluta contra la convicción humana. Es el tipo de historia que puede elevar a una serie a la categoría de leyenda o dejarla en el terreno de la decepción.
Por eso, el primer episodio deja un sabor ambiguo. Hay una narrativa pausada, casi contemplativa, que busca reconstruir el ambiente después de tanto tiempo, pero al mismo tiempo hay una tensión latente: la duda sobre si el estudio podrá mantener el ritmo visual que este arco merece. One Punch-Man siempre ha sido más que un desfile de golpes espectaculares; es una sátira del heroísmo y del sentido de propósito, una reflexión sobre la fuerza y la monotonía que trae ser invencible.
La tercera temporada no solo debe contar una historia; debe reparar una herida. Los seguidores no esperan perfección, pero sí consistencia. En un panorama donde producciones como Jujutsu Kaisen o Demon Slayer han elevado el estándar visual del anime moderno, One Punch-Man no puede permitirse ser un eco del pasado, sobre todo si consideramos que se basa en uno de los manga mejor dibujados de la última época.
La buena noticia es que después de 2293 días de espera, One Punch-Man ha vuelto. Y con él, vuelve también la esperanza de que esta nueva temporada encuentre el equilibrio entre el dibujo y la emoción, entre la fuerza y la fluidez.
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