En una industria donde las historias de amor suelen desarrollarse entre mensajes de texto y redes sociales, Hi Score Girl propone un viaje en reversa: un regreso a la era de los arcades, cuando los sentimientos se expresaban con botones, combos y fichas de cien yenes. Esta serie de anime, basada en el manga de Rensuke Oshikiri, es mucho más que una comedia romántica ambientada en los años 90: es una cápsula de memoria, una reflexión sobre la madurez emocional y una carta de amor a los videojuegos que marcaron a toda una generación.
El viaje a la época dorada de los videojuegos
Desde su primer capítulo, Hi Score Girl transporta al espectador al rugido de los salones recreativos japoneses, donde el sonido de las palancas y los botones se mezclaba con la euforia de la competencia. La ambientación es tan precisa que resulta casi documental: gabinetes de Street Fighter II, carteles de Fatal Fury, máquinas de Sega, y un sinfín de referencias que harán sonreír a cualquier jugador veterano. Pero lo más sorprendente es cómo el anime logra que esa nostalgia no sea simple decoración, sino parte esencial de su discurso emocional.
En el corazón de la historia está Haruo Yaguchi, un chico torpe, sin grandes talentos académicos o sociales, pero con una habilidad inquebrantable para los videojuegos. Su mundo gira en torno a las arcades, y es allí donde conoce a Akira Ono, una niña rica y silenciosa que, para su sorpresa, es aún mejor jugadora que él. En un primer duelo de Street Fighter II, Haruo descubre algo más que una rival: encuentra a alguien que entiende su lenguaje, que puede desafiarlo sin pronunciar una sola palabra.
Esa es la magia de Hi Score Girl: el juego no es solo una metáfora, es el idioma en el que los personajes se comunican. Cada enfrentamiento en los arcades es una conversación íntima, un intercambio de emociones codificadas en movimientos especiales y victorias simbólicas. Cuando Akira sonríe tras un perfect victory, el espectador comprende que detrás de los píxeles se esconde un vínculo tan genuino como cualquier declaración romántica.
La trama se complica cuando aparece Koharu Hidaka, una compañera de clase que también se enamora de Haruo. Ella representa una alternativa más terrenal, alejada del mundo digital, pero igualmente marcada por el deseo de conectar a través del juego. Este triángulo amoroso no sigue los clichés del romance adolescente; en cambio, utiliza el gaming como campo de batalla emocional donde la frustración, la envidia y la ternura se entrelazan con la pasión competitiva.
Sin embargo, más allá de su estética y sus referencias, el verdadero poder de la serie radica en su reflexión sobre el crecimiento. Hi Score Girl muestra cómo los videojuegos pueden ser una escuela de vida: enseñar disciplina, resiliencia, respeto por el oponente y, sobre todo, cómo perder con dignidad. Los protagonistas maduran a través del gaming, pero también aprenden a lidiar con la derrota, el cambio y la inevitable distancia que impone el tiempo. Puedes ver las dos temporadas que componen la serie hoy a través de Netflix.
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