Durante décadas, el anime fue visto por muchos en occidente como un producto de nicho, reservado para entusiastas que se las ingeniaban para acceder a series y películas que rara vez se transmitían fuera de Japón. Hoy la realidad es muy distinta: títulos como One Piece, Demon Slayer o Jujutsu Kaisen no solo llenan salas en proyecciones especiales, sino que dominan las conversaciones globales. La pregunta es inevitable: ¿qué ha cambiado?
El anime y una libertad creativa más llamativa para el público
Tatsuya Nagamine, director de Dragon Ball Super: Broly, One Piece y otras producciones icónicas de Toei Animation, cree tener parte de la respuesta. Y no viene con suavidad. En una entrevista reciente para President Online, el veterano creativo apuntó directamente a Disney y otros gigantes de la animación occidental, acusándolos de ser demasiado predecibles y de perder la capacidad de sorprender a sus audiencias.
Nagamine fue claro: el éxito del anime en mercados como Estados Unidos o Latinoamérica no es casualidad. Según él, los fans de la animación occidental ya han llegado a un punto de saturación con las tramas “estandarizadas” de Disney y compañía:
"Creo que los fanáticos de la animación en el extranjero ya están cansados de las obras predecibles al estilo Disney. En este momento, solo la animación japonesa ofrece historias extrañas en las que realmente no puedes predecir qué sucederá después", declaró.
Para el director, uno de los encantos fundamentales del anime japonés es precisamente su carácter excéntrico. En contraste con las fórmulas narrativas que predominan en Occidente, donde el arco argumental suele asegurar un final feliz y un desarrollo lineal, las producciones niponas pueden sorprender con giros bruscos: desde la muerte repentina de un protagonista hasta la redención de un villano que parecía incorregible.
El manga como fuente de inspiración
Por su parte, Shinji Shimizu, productor y asesor de Toei Animation, coincidió con las palabras de Nagamine y añadió un matiz clave: gran parte del anime tiene como base el manga, un medio que, según él, goza de mayor libertad creativa y menos restricciones corporativas.
"Disney, en cambio, tiene tramas predeterminadas y siempre hay un final feliz. En el anime japonés, puedes ver a un protagonista morir a mitad de la película o a un villano convertirse en héroe; está hecho para ser satisfactorio incluso para un público mayor", comentó.
Shimizu también apuntó que esa libertad creativa es lo que permite a los autores explorar mundos narrativos más complejos, personajes moralmente ambiguos y temáticas que van más allá del simple entretenimiento infantil. Esto, según él, conecta de forma especial con un público occidental que busca propuestas distintas y menos encorsetadas.
Aunque las series japonesas siempre tuvieron un nicho de seguidores fieles en occidente, fue la llegada de plataformas como Crunchyroll, Netflix y Prime Video lo que permitió que el fenómeno explotara. Hoy, es posible seguir los estrenos prácticamente al mismo ritmo que en Japón, con subtítulos e incluso doblajes casi inmediatos.
Esto ha democratizado el acceso al anime y, de paso, ha permitido que audiencias que antes dependían de la televisión por cable descubran la enorme diversidad de estilos y géneros que ofrece. Desde comedias absurdas hasta dramas históricos, pasando por epopeyas de ciencia ficción y fantasía medieval, el abanico es tan amplio que resulta difícil que un espectador no encuentre algo a su medida.
Ver 0 comentarios