A lo largo de la historia, distintas compañías nos han presentado todo tipo de controles para consolas de videojuegos: desde el clásico e intuitivo mando del NES, hasta el futurista diseño del DualSense de PlayStation 5. Sin embargo, ninguno de estos mandos ha presentado un diseño tan tosco y poco agraciado como el Duke, control que acompañó al lanzamiento de la primera Xbox en 2001.
Su tamaño descomunal, sus botones distribuidos de forma inusual y un logotipo central iluminado lo hicieron inconfundible, pero también objeto de duras críticas en su época. Sin embargo, en pleno 2024, el control Duke de Xbox se ha convertido en todo un objeto de deseo por parte de los coleccionistas.
El Duke es un monstruo: y por eso lo amamos
En un principio, el control Duke nació como una solución apresurada, diseñado originalmente para ajustarse al mercado estadounidense, donde se pensaba que un control grande reflejaría durabilidad y comodidad.
Sospechosamente parecido a los mandos de Dreamcast, el Duke incorporaba botones analógicos y gatillos, pero su peso y dimensiones lo hacían incómodo para la mayoría de los jugadores. De esta manera, su llegada fue recibida con críticas y escepticismo, así que pronto Microsoft lanzó una versión más pequeña y ergonómica: el Controller S, que rápidamente se convirtió en el estándar de la consola.
Pese a su fracaso comercial inicial, el Duke se ha transformado en un objeto de culto entre los nostálgicos y coleccionistas. En 2018, incluso se lanzó una versión moderna compatible con PC y Xbox One, que respetaba su diseño original, pero adaptándose con tecnología actual.
Este fenómeno no es ni de lejos es extraño: objetos que en su momento fueron criticados o ignorados suelen adquirir un aura de encanto con el paso del tiempo, especialmente para quienes los asocian con momentos felices o épocas significativas. Así es como al día de hoy podemos seguirlo viendo en venta, ya sea como artículo impoluto o producto de segunda mano, en sitios como Mercado Libre o eBay.
El Duke, pese a sus monstruosas dimensiones y lo incómodo que era, demuestra que incluso los diseños más polémicos pueden encontrar su lugar en la historia gracias a la nostalgia. Hoy, lejos de ser un símbolo de fracaso, puede ser visto más bien como un ícono del pasado de los videojuegos que nos recuerda cómo, distintas generaciones de jugadores, reinterpretan el legado de una era.
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