El género de terror suele estar saturado de jump scares y fórmulas repetidas, es por ello que en 2023, Netflix apostó por algo más profundo, perturbador y, sobre todo, más psicológico: Junji Ito Maniac: Relatos japoneses de lo macabro. Esta serie de antología animada, producida por Studio Deen, es un homenaje a uno de los autores más influyentes del manga de horror, Junji Ito, cuyas historias han redefinido la forma en que entendemos el miedo.
El verdadero terror oriental
A diferencia de las narrativas lineales o las franquicias cinematográficas que buscan continuidad, esta producción se construye como un espejo fragmentado. Cada episodio es un universo autónomo, una pesadilla distinta que no necesita de otra para estremecer. En total, son 12 episodios que adaptan cerca de 20 relatos del vasto catálogo de Ito, incluyendo nombres que resuenan con fuerza entre los seguidores del género: Tomie, Soichi, Los globos colgantes y La ciudad de las tumbas.
Ver Junji Ito Maniac es como abrir una colección de cuentos malditos: cada historia comienza en lo cotidiano, pero pronto se tuerce hacia lo inexplicable. Es el llamado “horror cósmico cotidiano”, ese momento en que la realidad se resquebraja y lo familiar se vuelve hostil. Los protagonistas suelen ser personas comunes atrapadas en situaciones que desafían la lógica, enfrentándose a monstruos y a la corrupción interna del alma y del cuerpo.
Ahí radica una de las claves del universo de Ito: el body horror. Las mutaciones físicas, los cuerpos deformados, los rostros que se disuelven entre el dolor y la locura son metáforas del miedo más profundo: perder la humanidad. El grotesco se convierte en poesía visual; la repulsión, en una forma de arte. En este sentido, la animación de Studio Deen intenta ser fiel al trazo del maestro, con líneas que evocan las sombras, los surcos de la piel y las miradas vacías que pueblan sus páginas.
Junji Ito Maniac: Relatos japoneses de lo macabro celebra la obra de un autor y reivindica el terror como un arte capaz de cuestionar lo humano desde lo grotesco. Porque, al final, el verdadero miedo no siempre está en los monstruos, sino en el reflejo que nos devuelven.
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