En la historia de Halo siempre ha habido un protagonista indiscutible: el Jefe Maestro. Su armadura verde y su aura de invencibilidad son sinónimo de la franquicia, al punto de que cualquier intento por desviarse de su sombra parecía condenado a quedar en segundo plano. Eso fue exactamente lo que ocurrió con Halo 3: ODST, un juego que llegó en 2009 como una especie de experimento narrativo y jugable dentro de la saga, y que muchos calificaron como un spin-off extraño.
Hoy, más de una década después, y con su inclusión dentro de The Master Chief Collection en Xbox Game Pass, vale la pena revisitarlo no solo como una curiosidad, sino como un shooter que ofrece una de las experiencias más auténticas y atmosféricas del universo Halo. En tiempos en los que la saga lucha por encontrar su rumbo, ODST brilla como un recordatorio de lo que hacía especial a Halo en su etapa más dorada.
Un Halo sin Jefe Maestro
El mayor “pecado” de ODST en su momento fue no tener al Jefe Maestro como protagonista. En lugar de controlar a la leyenda espartana, el jugador encarna a los Soldados de Choque de Descenso Orbital (ODST por sus siglas en inglés), un escuadrón de élite de carne y hueso, más frágil, vulnerable y humano. Esta decisión cambió radicalmente la dinámica del combate: ya no eres un super soldado indestructible, sino un militar que debe moverse con cautela, aprovechar la cobertura y medir sus recursos al límite.
Esta perspectiva convierte a Nueva Mombasa, la ciudad ocupada por el Covenant, en un escenario mucho más amenazante. No basta con disparar a todo lo que se mueve: la sensación de estar aislado obliga a que cada encuentro sea una decisión estratégica. Es Halo, sí, pero con un sabor noir, donde el silencio de las calles vacías y la música melancólica de Martin O’Donnell pesan tanto como el plasma enemigo.
La nostalgia de un Halo clásico
Quienes lo jugaron en Xbox 360 recuerdan que ODST era, paradójicamente, uno de los Halo más clásicos en su diseño. Su campaña evitaba los excesos futuristas y regresaba a un ritmo de acción más pausado y táctico, mientras que su modo Firefight ofrecía horas de diversión cooperativa antes de que este tipo de modalidades fueran absorbidas por los hordas de otros shooters.
Lo más interesante es que el tiempo ha jugado a favor de ODST. En su lanzamiento fue criticado por sentirse como una expansión de Halo 3 vendida a precio completo, pero ahora, incluido dentro de Game Pass, el argumento económico desaparece. Lo que queda es un shooter sólido, inmersivo y con una personalidad propia que incluso supera a propuestas más recientes de la franquicia. Basta con leer las reseñas actuales de los usuarios en Xbox, uno de ellos lo define de la siguiente manera:
"El mejor juego, a pesar de los años sigue siendo de los mejores juegos".
Revisitar Halo 3: ODST no es solo un ejercicio de nostalgia: es un recordatorio de lo versátil que puede ser la saga cuando se atreve a experimentar. Lejos de la figura invencible del Jefe Maestro, ODST ofrece vulnerabilidad, tensión y una narrativa que se siente más íntima.
Hoy, gracias a Game Pass, está al alcance de todos los jugadores. Quizás en 2009 fue visto como un experimento menor, pero en 2025 se lee como una de las mejores cartas de presentación de lo que Halo supo ser en su época dorada. Si alguna vez pensaste que este era un “juego raro”, es momento de darle otra oportunidad. Probablemente descubras que es, en realidad, uno de los Halo que más necesitábamos recordar.
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