Perfecciona la fórmula para mantener toda la emoción y espectacularidad que distingue al deporte ráfaga. Reseña de NBA 2K26

Durante más de dos décadas, la serie NBA 2K ha sido el punto de referencia del baloncesto digital. Pocas franquicias deportivas pueden presumir de la consistencia técnica, visual y jugable que ha definido a esta saga, incluso a pesar de sus tropiezos. Y es que, aunque hubo un periodo en que las microtransacciones y las repeticiones excesivas amenazaron con erosionar su legado, NBA 2K25 logró recuperar parte de la magia perdida.

Ahora, con NBA 2K26, 2K Games y Visual Concepts buscan consolidar esa redención ofreciendo lo que llaman “la experiencia NBA definitiva”. Pero, ¿lo logran realmente o solo están jugando una posesión más sin posibilidades de hacer el tiro ganador?

Un paso adelante en la cancha

La esencia del basquetbol, ese ritmo frenético por el que se conoce como el deporte rafaga, el roce de las suelas sobre el parqué y el golpe sordo del balón rebotando, siempre ha estado presente en NBA 2K. Sin embargo, lo que distingue a 2K26 de sus antecesores es la fluidez con la que todo esto ocurre. ProPLAY, el sistema de animación basado en imágenes reales de la NBA, regresa con una precisión que roza lo hipnótico y tras el éxito que dicha implementación tuvo en la entrega del año pasado. Cada drible, giro de tobillo y paso hacia atrás de jugadores como Luka Doncic o Shai Gilgeous-Alexander se siente extrañamente humano, como si la pantalla respirara con ellos.

Visual Concepts ha capturado más de mil nuevas animaciones, logrando que el movimiento sea tan natural que, por momentos, la línea entre videojuego y transmisión televisiva se desdibuja. Las antiguas animaciones rígidas y los pequeños “tartamudeos” al cambiar de dirección han desaparecido casi por completo. La sensación de control es precisa, táctil, y cada jugada se siente como una pequeña obra de improvisación.

El regreso al medidor de tiro clásico es uno de los ajustes más celebrados por los fans y refuerza ese espíritu de precisión y ritmo. Su nueva barra, con una franja verde que marca el punto óptimo, ofrece una retroalimentación más clara y coherente que el sistema experimental del año pasado. Es un cambio pequeño, pero como en el baloncesto real, a veces los pequeños ajustes son los que definen la diferencia entre una buena temporada y una legendaria.

Por otro lado, la presentación de NBA 2K26 es, simplemente, espectacular. Desde la iluminación de los estadios hasta los rostros hiperrealistas de los jugadores, el juego logra una fidelidad visual impresionante. Los detalles son tan obsesivos que incluso se pueden notar la deshidratación o el reflejo del sudor al final del cuarto periodo. El público, siempre uno de los elementos más descuidados en títulos deportivos, por fin tiene la energía que merecía: dedos de espuma, toallas ondeando y reacciones dinámicas que cambian según el marcador. Y por supuesto, los cánticos de MVP no pueden faltar cuando un jugador está teniendo una actuación arrolladora.

Cada partido se convierte en un evento. Los tiempos muertos, las animaciones de las porristas y las transiciones televisivas son tan pulidas que uno podría confundirlo con una transmisión de ESPN. En ese sentido, la saga ha mantenido la consistencia que la ha caracterizado en los últimos años, brindando a los jugadores una experiencia que cuida cada detalle y que te hace vivir la emoción de un verdadero partido de la NBA.

Fuera de Límites: la narrativa de un sueño americano

El modo Mi Carrera siempre ha sido el corazón de la serie. NBA 2K26 lo abre con un enfrentamiento épico: tu jugador contra un equipo de leyendas del Salón de la Fama diseñado por el propio Gilgeous-Alexander. Esta introducción no solo es un espectáculo visual, sino también un manifiesto: 2K quiere recordarte que estás entrando a un universo donde el talento y la narrativa se entrelazan.

El nuevo modo historia, MP: Fuera de Límites, recupera la estructura cinematográfica de los años dorados de la saga, pero con una ejecución más sobria. Aquí comienzas desde el instituto, con la promesa de labrarte un nombre entre los grandes. La historia es predecible, sí (el joven talento que busca respeto, las dudas, el padre exigente, el sueño de llegar a la NBA), pero está contada con más sutileza y mejor ritmo que en entregas anteriores. Además, agrega una pequeña incursión por el baloncesto europeo, ya sea con el equipo de Madrid o París, en un añadido interesante para los fanáticos del deporte. Una vez que llegas al Draft de la NBA, la dinámica es la de siempre: pasar por diferentes temporadas hasta convertirse en una leyenda de la liga, digna del Salón da la Fama de la NBA.

Por su parte, The City se mantiene como ese inmenso hub social donde los jugadores se encuentran, compiten y personalizan a sus avatares, aunque en esta ocasión vale mencionar que ha sido rediseñada con una escala más razonable. La sensación de recorrer interminables avenidas ha quedado atrás: ahora todo está más cerca, más dinámico y con un diseño urbano que recuerda a un vecindario vivo más que a una metrópolis vacía.

Los Parques regresan, ahora bajo un formato de temporadas y con canchas inspirados en la vida real, y no las versiones futuristas que habíamos visto en los últimos años. El Parque Skyline, por ejemplo, se convierte en el epicentro competitivo de la primera temporada. Los jugadores pueden obtener el título de MVP del Parque si alcanzan la mejor puntuación de reputación, un distintivo visible para todos que genera un efecto de “celebridad local” dentro del juego. Las recompensas por vencer a un MVP (incluyendo multiplicadores de experiencia y hasta 30,000 monedas dentro del juego) hacen que el ambiente competitivo esté más intenso que nunca.

Pero lo realmente novedoso es la introducción de Las Bandas, facciones de hasta 50 jugadores que pueden colaborar para alcanzar objetivos semanales. Este sistema, similar al de los clanes en juegos de rol, aporta un sentido de comunidad que la serie necesitaba. Subir de nivel dentro de tu Banda desbloquea logotipos, ropa exclusiva y multiplicadores de monedas. Sin embargo, este progreso también expone una vieja herida de la franquicia: las microtransacciones en exceso.

El precio de la grandeza, la WNBA y los modos clásicos

NBA 2K26 sigue atrapado en su propia economía virtual. La progresión natural se siente pesada y, en muchos casos, intencionalmente lenta. Si no tienes una edición especial con monedas de inicio, prepararte para largas sesiones de “grindeo” o para abrir la cartera. Los precios de los cosméticos han mejorado ligeramente respecto a WWE 2K25, pero siguen siendo excesivos.

Esta dependencia del gasto digital no solo es frustrante, sino que rompe con el espíritu competitivo del juego. En una serie que intenta emular la meritocracia del deporte profesional, el hecho de que la mejora de tu jugador dependa del dinero real es una contradicción difícil de ignorar.

El modo The W regresa, permitiendo vivir la experiencia de la WNBA con una campaña más ligera, pero igualmente disfrutable. Aunque sigue sin alcanzar la profundidad narrativa de Mi Carrera, representa un esfuerzo valioso por mantener la presencia del baloncesto femenino dentro del juego.

Por su parte, MyNBA y MyGM se mantienen prácticamente intactos. A pesar de la introducción de playoffs online y escenarios personalizados para cada equipo, ambos modos se sienten estancados. La posibilidad de revivir eras clásicas (Jordan, Kobe, LeBron, Magic vs. Bird) sigue siendo un toque nostálgico encantador, pero el diseño base necesita una renovación urgente.

Lo que realmente se extraña en NBA 2K26 son los desafíos históricos. Aquellos modos como los Desafíos Jordan o los Desafíos Mamba ofrecían no solo nostalgia, sino una lección interactiva sobre la historia del baloncesto. Su ausencia deja un hueco importante, especialmente cuando otras franquicias deportivas, como WWE 2K con su modo Showcase, han sabido convertir la historia en un elemento jugable y educativo.

El modo Mi Equipo conserva su estructura tradicional de cartas coleccionables, pero introduce un cambio que muchos esperaban: la posibilidad de crear equipos mixtos con jugadores de la NBA y la WNBA. Ver a A’ja Wilson defender a Giannis o a Caitlin Clark lanzando triples sobre Jokic es una fantasía deportiva que solo el videojuego puede ofrecer, y funciona sorprendentemente bien. La versatilidad en los modos de juego aquí sigue presente: se pueden disfrutar de partidas 3 vs 3, 4 vs 4 o el típico 5 vs 5. Lo que si echamos de menos, es que el juego siga totalmente en inglés, y aunque hay un equipo de narradores en español, los menús y diálogos del modo historia siguen sin tener una localización para nuestra región.

¿Vale la pena?

NBA 2K26 no busca reinventar la fórmula, sino perfeccionarla, al final de cuentas su entrega del año pasado destacó y no se arregla lo que no está roto. Es un juego que tras la transición busca la consolidación: no hay saltos revolucionarios, pero sí una evidente madurez en su ejecución. Las mejoras en la jugabilidad, la narrativa más pulida y la refinación de La Ciudad lo colocan como uno de los juegos más completos de la saga, aunque haya quien lo pueda sentir como un juego continuista y muy parecido a su versión del 25.

Sin embargo, no podemos omitir que la sombra del modelo económico y las temibles microtransacciones persiste, recordándonos que incluso en el paraíso de la simulación, el dinero sigue marcando el ritmo. También hace falta un toque de frescura en sus modos más clásicos, pero aun así, cuando la pelota vuela, los jugadores corren y el público ruge, NBA 2K26 recuerda por qué esta serie sigue siendo el estándar de oro del básquetbol virtual.