Este juego nos enseña que es más sencillo vencer nuestros miedos cuando se comparten. Reseña de Little Nightmares III

Ayax Bellido

Editor

Desde su primera entrega, la saga Little Nightmares ha sabido colarse en nuestras mentes con la sutileza de un mal sueño que preferimos no recordar, pero que, por alguna razón, no queremos olvidar. Su mezcla de plataformas, puzles y horror ambiental la han convertido en un referente de nicho para los fans del terror psicológico, una especie de cuento macabro sobre la infancia y sus miedos más primarios.

Con Little Nightmares III, la antorcha pasa de Tarsier Studios a Supermassive Games (los responsables de Until Dawn y The Quarry), en una transición que generó expectativas tan grandes como la sombra del Hombre Delgado. Un modo cooperativo y una atmósfera aún más rica visualmente es la promesa que intenta mantener viva la llama de la franquicia: ¿ha sido suficiente para sostener la pesadilla e impulsarla a un nuevo nivel?

La espiral y el eco: un viaje sin destino claro

La historia de Little Nightmares III nos lanza sin preámbulos a The Spiral, un nuevo escenario donde dos niños (llamados Low y Alone) intentan escapar de un mundo que los devora y al mismo tiempo los refleja. Fiel al estilo de la serie, no hay diálogos, explicaciones ni contexto. Todo se comunica a través del ambiente, del sonido distante de algo que se arrastra y de la sensación constante de que somos observados y estamos totalmente vulnerables ante entidades aterradoras.

Los protagonistas recorren escenarios tan variados como inquietantes: una necrópolis, una fábrica de dulces, una feria y otros lugares donde lo grotesco y la incomodidad se entrelazan. Cada zona es un microcosmos de pesadilla, con criaturas deformes y objetos cotidianos convertidos en símbolos del miedo infantil. Sin embargo, esta riqueza visual no es suficiente para sostener un hilo argumental sólido, pues los capítulos, unidos apenas por espejos que actúan como portales, se sienten como fragmentos de un sueño disperso, más interesado en la estética que en dotar al juego de cierta coherencia narrativa.

Los escenarios son una maravilla visual, pero no logran una cohesión narrativa

A diferencia de Las Fauces o La Ciudad Pálida, escenarios de las primeras dos entregas, donde existía una progresión emocional y simbólica clara, The Spiral, como lo indica su nombre, parece ser un laberinto onírico que gira sobre sí mismo, repitiendo ideas sin expandirlas. Hay belleza en su caos, sí, pero también una sensación de vacío. La atmósfera sigue siendo impecable, una mezcla de asco y fascinación que caracteriza a la saga, pero la falta de contexto emocional deja a los jugadores observando el horror y el desasosiego desde lejos, sin llegar a sentirlos del todo.

Aun así, el juego consigue redimirse parcialmente en su tramo final, cuando las explicaciones a través de ciertos símbolos comienzan a caer a cuenta gotas y todo adquiere un tono melancólico y reflexivo. Es justo en su ocaso cuando la narrativa alcanza una forma tenue, casi fantasmal, que nos recuerda que el terror de Little Nightmares nunca ha estado en los monstruos, sino en lo que estamos dispuestos a perder para sobrevivir a nuestros más profundos miedos. Es un cierre digno para un viaje al que en general le falta cohesión y que, por momentos, parece haberse perdido dentro de su propia espiral.

Jugar con el miedo: todo es mejor con un amigo

Dónde Little Nightmares III intenta aportar algo distinto es en su jugabilidad. La gran novedad es el modo cooperativo, que permite vivir toda la experiencia junto a un amigo en línea. Y es aquí donde el juego intenta alcanzar una nueva dimensión: es más sencillo vencer el miedo cuando se comparte. 

Puedes jugar en solitario, claro, con el CPU controlando a tu compañero, pero no hay duda de que la experiencia está pensada y desarrollada para jugarse con alguién más, sobre todo si consideramos que en caso de ir por tu cuenta en el modo local, la mitad de los acertijos y de los desafíos en los puzzles los resolverá la máquina por su cuenta, restando dificultad a un juego que de por sí ya es indulgente.

Y es que Low y Alone no solo representan dos visiones de la vulnerabilidad infantil, sino también dos estilos de juego. Low empuña un arco y una flecha, herramientas precisas y a distancia, mientras que Alone se defiende con una llave inglesa que ayuda a girar ciertos mecanismos pero que sobre todo, sirve para abrir recovecos que permitan avanzar. 

Ambas habilidades se integran en la resolución de puzles (activar interruptores, romper paredes o enfrentar criaturas) y aportan un dinamismo agradecido. El sistema es ingenioso, y si bien, como ya mencionamos no es en extremo desafiante, si tiene la suficiente creatividad para ser entretenido, sobre todo para un juego que te llevará unas 7 u 8 horas completar: tiempo más que suficiente antes de caer en el tedio de la repetición y la monotonía.

Porque eso sí, debemos decir que Supermassive tomó la saga y no ha buscado reinventar las reglas y ha preferido jugar seguro. Los puzles mantienen el clásico diseño de prueba y error, los encuentros con los jefes siguen el mismo patrón que sus antecesores y se basan en el sigilo, la persecución y secuencias predeterminadas; mientras que el ritmo general conserva esa cadencia pausada, casi teatral, que caracteriza a Little Nightmares. Todo funciona, pero nada sorprende.

Eso no significa que el juego carezca de momentos brillantes. Algunas secuencias, especialmente en los enfrentamientos con los jefes de cada escenario, rozan la perfección visual y sonora. Hay un jefe en particular que podría figurar entre los más aterradores de la franquicia, una figura que parece extraída directamente de una pintura de Francis Bacon y que convierte el simple acto de esconderse en una experiencia frustrante e inquietante por igual.

El terror exige complicidad; esconderse es mejor con voz y compañero

También vale decir que el modo cooperativo logra un equilibrio interesante entre tensión y complicidad. En línea, cada jugador puede separarse ligeramente del otro y explorar escenarios por su cuenta, lo que añade una sensación de libertad y estrategia que obliga a usar un chat de voz para comunicarte con tu compañero. Esta decisión de diseño es, quizás, uno de los mayores aciertos de Supermassive con Little Nightmares III: convertir la comunicación en una herramienta narrativa y de jugabilidad.

Por desgracia, no hay crossplay entre consolas, por lo que tendrás que buscar a un amigo que tenga la misma plataforma, además de que deberás contar con una suscripción activa, ya sea de los respectivos servicios de PlayStation o Xbox, que te permita acceder al multijugador en línea.

Vale la pena

Tomar las riendas de una franquicia como Little Nightmares no es tarea sencilla. Su identidad está tan definida que cualquier difurcación puede sentirse como una traición, y cualquier intento de conservarla, como un acto de cobardía creativa. Supermassive Games ha optado por el segundo camino. El resultado es un juego impecable en presentación, atmosférico hasta la médula y fiel a los pilares que han hecho grande a la saga, pero también demasiado conservador en cuanto su jugabilidad, que tiene como su gran valor agregado el multijugador.

No hay duda de que Little Nightmares III se disfruta: es un festín de pesadillas muy bien diseñadas, una experiencia que sigue jugando con la melancolía y la incomodidad de manera elegante. Su modo cooperativo aporta una dimensión emocional fresca, recordándonos que el miedo compartido puede ser también una forma de conexión humana. Pero es esa misma dualidad, lo familiar frente a lo nuevo, la que lo condena a la tibieza.

En conclusión podemos decir que estamos ante un regreso sólido pero predecible: visualmente hipnótico y evocador, capaz de brillar en su apartado cooperativo pero al mismo tiempo de estancarse en una narrativa que nunca termina de consolidarse y mecánicas de juego que pecan de repetitivas. Un viaje oscuro que, pese a todo, vale la pena emprender; eso sí, siempre y cuando vayamos de la mano de un amigo.


Ver todos los comentarios en https://www.3djuegos.lat

VER 1 Comentario