Dying Light The Beast repite su fórmula ganadora una vez más, y funciona. Reseña de la saga de zombies y parkour de Techland

Alejandro Acevedo

Editor

Pasan los años y parece que Techland perfecciona su fórmula en los títulos de Dying Light: el parkour y los zombis. Tras el éxito de Dying Light 2: Stay Human en 2021, cabría pensar que los desarrolladores polacos no harían grandes cambios en sus juegos venideros… y prácticamente así fue. En 2025 llega Dying Light: The Beast, un título interesante que retoma los aciertos de su primera entrega y los repite en una nueva ciudad, con el regreso de Kyle Crane, el protagonista del juego original. ¿Fue una buena idea fusionar mecánicas nuevas y clásicas para este juego? Averigüémoslo.

¡Bienvenidos al infierno con parkour!

En Dying Light: The Beast controlamos a Kyle Crane, el sobreviviente protagonista de la primera entrega, quien logró escapar de la pesadilla vivida en Harran tras la invasión zombi. Gracias a su destreza en combate y su dominio del parkour, Crane, más que un héroe viviente, es considerado una “arma” prometedora. Por eso es capturado por el Barón, un mafioso científico obsesionado con la experimentación humana mediante el virus. Tras sufrir sus horribles experimentos durante años, nuestro protagonista logra escapar; sin embargo, ha sido infectado y parcialmente transformado en un monstruo al inyectársele ADN zombi.

No pasan ni dos minutos cuando una situación crítica obliga a Kyle a liberar su poder mutante descomunal, descubriendo que, además de volverse violento, también puede controlarlo a placer, algo que nadie había logrado. Todo esto lo lleva a liberarse y llegar a Castor Woods, un pueblo europeo con tintes victorianos donde deberá explorar cada rincón para descubrir los secretos que esconden su terrible destino.

Buenas o malas, las historias de Dying Light siempre han mezclado elementos fantasiosos exagerados con tramas crudas o crueles, generalmente bien recibidas por los jugadores. Afortunadamente, la narrativa acompaña al sistema de juego, involucrándose rápidamente con los personajes y entendiendo sus motivaciones y conflictos. No es una historia que te vuele la cabeza, pero funciona, y eso basta para que el juego se desarrolle de forma natural.

Sí, la estructura del juego es prácticamente idéntica a la de Dying Light 2 con Aiden. Mantiene el mismo sistema de creación, donde debes recolectar materiales del entorno para fabricar herramientas de combate y medicinas. También implica despejar zonas o campamentos para asegurar puntos de descanso y usar armas improvisadas, como combinar tuberías con navajas o llaves inglesas con picos.

En The Beast, Techland aplica la frase: "si no está roto, no lo arregles"

Además, puedes cambiar la ropa de Kyle para mejorar sus estadísticas, entre muchas otras opciones. Por si fuera poco, ahora las armas pueden recibir mejoras adicionales, como la posibilidad de realizar golpes críticos o imbuir elementos como fuego, veneno o electricidad. Nada que no hayamos visto antes, solo que ahora no dependemos de encontrarlas en zonas peligrosas, sino que se pueden crear libremente.

Para ello, volvemos a tener un enorme mapa donde Castor Woods deslumbra por sus imponentes relieves europeos, reflejando el excelente trabajo técnico de Techland. Aproximadamente se necesitan 23 horas para completar la historia principal; sin embargo, como sabemos en este tipo de juegos, el tiempo puede aumentar si decides completar todos los desafíos. Como dijimos, no hay nada realmente nuevo respecto a las entregas anteriores, así que puedes sentirte tranquilo sabiendo que la fórmula se mantiene. 

Ahora bien, retomando un tema que tratamos en la reseña de Ghost of Yōtei: ¿es buena idea mantener esta estructura de limpiar zonas enormes, o es solo repetición para rellenar horas? Como siempre, está el jugador que disfruta del factor adictivo y el que se queja de estas prácticas. ¿Tú en qué bando estás?

Parkour y zombies: la fórmula ganadora en este apocalíspsis zombie

El parkour sigue siendo fundamental, permitiéndonos recorrer los tejados de Castor Woods, enfrentar hordas de zombis o escapar de situaciones tensas. Sin embargo, una mejora notable es que la oscuridad ya no provoca sobresaltos. En su lugar, encontraremos zonas habitadas por Quimeras, monstruos completamente mutados y peligrosos.

Al derrotar a estas criaturas, Kyle obtiene puntos bestiales, muestras de ADN zombi que puede inyectarse para adquirir nuevas habilidades o potenciar las existentes. Estas modificaciones no solo son útiles, sino también muy entretenidas de realizar, haciendo que la exploración sea más gratificante a medida que el personaje se transforma en un ser supremo imparable.

Retomando el tema, el juego presenta un extenso árbol de habilidades que se desbloquea progresivamente para facilitar la exploración en Castor Woods. Este árbol se divide en cuatro ramas principales: exploración, combate, parkour y modo bestia. La obtención de puntos de habilidad está directamente ligada al desempeño del jugador en combate y a su destreza para moverse por la ciudad. ¿Recuerdas el parkour? Sigue siendo igual de adictivo y divertido. Trepar, escalar e incluso saltar sobre los zombis requiere una observación constante del entorno para asegurar una exploración exitosa.

¿Tienes agallas para sobrevivir cada noche?

El regreso de los ciclos día y noche, un distintivo de la franquicia, marca el ritmo del juego. Mientras que la exploración diurna es relajada, permitiendo desplazarte libremente, la noche se transforma en una pesadilla. Con la luna en el cielo, criaturas mutadas merodean por cada rincón. Es imprescindible desbloquear zonas seguras o con luz ultravioleta para resguardarse. Esta dinámica es crucial, ya que el jugador decide si los desafíos nocturnos justifican el riesgo o si es mejor evitarlos. Con todo esto, podemos decir que espiritualmente Dying Light sigue siendo una de esas sagas que, por más que pasen los años, continúa siendo adictiva, divertida y desafiante cuando se lo propone.


Hablemos del apartado técnico. Dying Light: The Beast destaca por su apartado visual gracias a sus monumentos y su brutalidad en pantalla. Uno de los puntos más sorprendentes es que los zombis pueden ser mutilados de forma más explícita que antes, mostrando cómo la piel se desprende con cada golpe o cómo las extremidades se desgastan progresivamente. Son cambios que quizás no impactan directamente la jugabilidad, pero se agradecen y demuestran el esfuerzo del estudio.

Los paisajes de Castor Woods lucen impresionantes, haciendo que la ciudad se perciba realmente como un lugar caótico que ha sufrido un apocalipsis zombi. Cabe señalar que no predominan los colores vivos ni los tonos pastel; al contrario, la ciudad es desolada y triste, con lugares que parecen olvidados por Dios. Dying Light: The Beast ofrece modo rendimiento y modo calidad, permitiendo priorizar entre fluidez o resolución.

A diferencia de la última entrega, donde los NPC y protagonistas tenían animaciones algo acartonadas, aquí ocurre lo contrario. Las cinemáticas ofrecen una perspectiva en tercera persona, con la posibilidad de ver el rostro de Kyle en todo momento. Es un espectáculo visual la forma en que el juego cambia la perspectiva cuando entramos al modo bestia, haciéndonos sentir parte de la acción constantemente.

En cuanto a la localización, hay sentimientos encontrados. Dying Light: The Beast cuenta con subtítulos en español latino… pero no con doblaje. Una decisión extraña, considerando que la segunda parte sí contaba con doblaje latino. Es una lástima, ya que el doblaje aportaba un grado extra de inmersión a la aventura. En su lugar tenemos a Roger Craig Smith, voz icónica de Kyle Crane desde la primera entrega, a quien también hemos escuchado como Mirage en Apex Legends.

Su talento se nota desde las primeras líneas, y es gratificante que mantengan la continuidad en la saga. Por parte de la música, tenemos arreglos tecno que impregnan de emoción al jugador y que acompaña perfectamente a una persecución zombie por ejemplo. 

Dying Light retoma su confiable base de juego

En conclusión, Dying Light The Beast es todo lo que nos gusta mucho de la saga y que afortunadamente seguimos teniendo en esta tercera entrega espiritual. Esa progresión de ser un tipo que hace parkour a una auténtica bestia es increíble. 

Para algunos será un título que repite muchísimo contenido del pasado hasta el cansancio, sin embargo quienes se sienten satisfechos con eso, lo encontrarán sin ningún problema. Por nuestra parte te podemos decir que es un juego que vale la pena si has seguido la saga o si piensas entrar por primera vez. Es un juego tan entretenido como desafiante. ¡Buena suerte por tu cacería por Castor Woods, mi querida bestia!


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