En todo lo que duró el ciclo de vida de la Nintendo 64, fue como una época agridulce para Nintendo. Mientras que el nacimiento de PS1 les arrebató las ventas, la crítica y el público alabó a juegos como Super Mario 64 y The Legend of Zelda: Ocarina of Time, dos títulos que sirvieron como piedras angulares en el desarrollo de videojuegos en tres dimensiones.
Aunque la N64 tuvo dos de los títulos más revolucionarios en la historia del gaming, no fue suficiente para vencer a la primera consola de PlayStation. Sin embargo, no fue la única razón por la que Nintendo perdió en la quinta generación de videojuegos, sino también que se debió a ciertas restricciones. Incluso, una de esas limitaciones todavía se mantuvo hasta la llegada de la Nintendo Switch.
El primer clavo en el ataúd de la N64
La N64 apenas vendió un poco más de 32 millones de unidades, que es poco si se comparan con las más de 102 millones de PS1 que se distribuyeron. Uno de los problemas que la consola de Nintendo tuvo en aquellos tiempos, fue algo que se conoce como bloqueo regional, con el que el dispositivo sólo leía cartuchos exclusivos de su misma zona geográfica.
La empresa de Kioto es reconocida por sus estrictas medidas de anti-piratería. Pero, aunque la PS1 también contaba con bloqueo regional, había trucos y accesorios para facilitar su liberación. En tanto, los de Nintendo se aseguraron que con la N64 fueran más complejo, ya que, entre los mismos cartuchos, habían diferencias en las ranuras y los contactos metálicos de la parte inferior.
Por si fuera poco, en el caso de que alguien lograra superar la barrera física, las N64 tenían un código de región interno, el cual se verificaba al iniciar cada juego y, si no coincidía, simplemente no arrancaba. Después de eso, Nintendo aplicó este mismo bloqueo físico-digital (con algunas diferencias) para sus consolas de sobremesa entre la GameCube y la Wii U, hasta que lo pararon con la primera Switch.
Sin bloqueo regional: una decisión pro consumidor
En la actualidad, las consolas modernas ya no cuentan con restricciones regionales tan severas. Esta medida permite que cualquier juego, sin importar su procedencia, se pueda disfrutar libremente, eliminando una de las limitaciones más frustrantes de generaciones pasadas. Esto benefició a los jugadores que compran títulos importados o lanzamientos exclusivos de ciertos países, en la misma manera que también ayudó a que los estudios de videojuegos ya no se cerraran a un solo mercado de usuarios.
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