A principios de los años 2000, cuando el mundo parecía vibrar al ritmo de Britney Spears y los Bakstreet Boys, los cines se llenaban para ver Matrix, Harry Potter o El Señor de los Anillos, y juegos como Halo y GTA: Vice City dominaban el gaming, en México vivíamos algo especial: la de ver, por primera vez, a nuestros equipos de la Liga MX dentro de un videojuego de futbol. No era FIFA, no tenía licencias oficiales, y mucho menos estaba avalado por la federación. Era un acto de amor digital, una muestra de ingenio colectivo: los mods de la Liga Mexicana para Winning Eleven.
La Liga MX en Winning Eleven
Antes de que los títulos deportivos se convirtieran en plataformas multimillonarias con acuerdos exclusivos, la comunidad mexicana ya había aprendido una lección valiosa: si las grandes marcas no representaban su pasión, ellos mismos la construirían. Así nacieron los famosos parches o mods de la Liga MX, una especie de magia artesanal que convertía un juego japonés en un estadio azteca lleno de porras, camisetas rayadas y gritos de gol al estilo mexicano.
Winning Eleven, el precursor de Pro Evolution Soccer, tenía una jugabilidad adictiva y un alma más flexible que su competidor FIFA. No tenía las licencias, pero ofrecía algo más importante: la posibilidad de modificarlo. Eso abrió la puerta a cientos de jóvenes creadores que, sin más herramientas que una computadora, un quemador de discos y mucha pasión por el futbol, comenzaron a crear versiones “mexicanizadas” del juego.
Los foros y cibercafés se convirtieron en los talleres digitales donde nacían estas joyas. Allí, fanáticos de todos los rincones del país editaban uniformes, plantillas, estadios y hasta los cánticos de las barras. En un tiempo sin redes sociales masivas, estos parches circulaban de mano en mano, en los mercados, quemados en CDs con etiquetas escritas a marcador: “Winning Eleven 2002 – Liga Mexicana”.
El contenido de estos mods era tan detallado como lo permitía la tecnología de la época. Los equipos más emblemáticos (América, Chivas, Cruz Azul, Pumas, Tigres, Toluca o Monterrey) aparecían con sus colores oficiales, sus jugadores actualizados y hasta sus uniformes alternativos. Algunos creadores iban más allá, integrando porras reales grabadas en estadios, para que el rugido del “¡Dale, dale América!” o el “¡Goya, Universidad!” resonara entre los parlantes de un viejo televisor de tubo.
Era una experiencia imperfecta, pero profundamente nuestra: no importaba si el césped se veía cuadrado o si los rostros eran apenas un puñado de pixeles: por primera vez, la Liga MX tenía un lugar en el mundo virtual.
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