Gratis hoy en streaming en México: costó solo 7,000 dólares e imaginó como nadie los viajes en el tiempo

Ayax Bellido

Editor

La historia del cine está plagada de paradojas dignas de sus propios guiones: producciones mastodónticas que fracasan en taquilla y cintas diminutas que se convierten en clásicos de culto. El caso de Primer (2004), dirigida por Shane Carruth, pertenece a esa segunda categoría. Con un presupuesto que apenas alcanzaba los 7 mil dólares (menos de lo que hoy cuesta el coche nuevo más barato en México), esta película independiente logró lo que muchas superproducciones todavía persiguen: ofrecer una visión inquietante, cerebral y sorprendentemente realista sobre los viajes en el tiempo.

Una película densa y de nicho

Lejos de los efectos especiales deslumbrantes o los discursos grandilocuentes, Primer se construye desde la sobriedad. La cámara sigue a dos ingenieros comunes y corrientes, Aaron y Abe, quienes, en su tiempo libre, intentan dar vida a pequeños proyectos tecnológicos desde el garaje de uno de ellos. No hay laboratorios multimillonarios ni corporaciones futuristas; solo un par de hombres, cables, piezas recicladas y una obsesión.

Es precisamente en ese escenario modesto donde se produce la chispa: un experimento diseñado para reducir el peso de los objetos termina revelando un efecto colateral tan inesperado como fascinante: la posibilidad de viajar en el tiempo.

Lo que sigue no es la típica epopeya de ciencia ficción llena de explosiones, sino un relato cada vez más enredado y perturbador sobre las consecuencias de manipular el tiempo. Carruth, que además de dirigir también escribió, editó y hasta compuso la música, entrega una historia que obliga al espectador a prestarle atención a cada línea de diálogo, gesto e insinuación. En Primer, la paradoja temporal no es un truco para la acción; es un laberinto psicológico y ético que consume a sus protagonistas.

Modesta pero ambiciosa

La cinta fue filmada en apenas cinco semanas, con un equipo técnico mínimo y recursos que rozaban lo austero. Sin embargo, Carruth dedicó dos años completos a la posproducción, afinando cada detalle de sonido y montaje hasta dar forma a un producto final que, contra todo pronóstico, conquistó al jurado del Festival de Sundance. Allí ganó el Gran Premio del Jurado y el Alfred P. Sloan Award, galardones que catapultaron a Primer como una de las películas independientes más fascinantes del nuevo milenio.

Lo verdaderamente asombroso de esta obra no es solo su bajo costo, sino la manera en que redefine el enfoque de los viajes en el tiempo en el cine. Mientras que producciones como Volver al Futuro o Looper utilizan la premisa para disparar la imaginación, Carruth apuesta por un acercamiento casi ingenieril, lleno de tecnicismos y explicaciones que rozan la plausibilidad científica. El espectador no siente que está frente a un espectáculo de ciencia ficción, sino frente a un experimento que podría haber ocurrido en cualquier garaje suburbano. Ese aire de verosimilitud es lo que convierte a Primer en un relato único dentro del género.

Claro, esta densidad no está exenta de polémica. Muchos críticos y espectadores han señalado que Primer puede resultar inaccesible en una primera vista: la trama es enrevesada, las motivaciones de los personajes ambiguas y la lógica de los viajes temporales casi hermética. Carruth nos entrega un rompecabezas diseñado para un público muy especifico, lo que se vuelve un obstáculo para las grandes audiencias.

Más de veinte años después de su estreno, Primer sigue siendo tema cuando se habla de películas que exploran los viajes en el tiempo. Su vigencia radica en la honestidad de su propuesta: abrir un agujero en el tejido de la realidad y mostrar, con crudeza y sin adornos, las grietas que surgen cuando los humanos juegan con algo que no entienden del todo.

Y lo mejor para los cinéfilos en México es que esta joya no requiere buscarse en ediciones especiales o plataformas escondidas. Actualmente, Primer se encuentra disponible de forma gratuita en Tubi TV, una aplicación que permite ver películas sin costo alguno. Solo basta instalarla, buscar el título y sumergirse en una experiencia cinematográfica que demuestra que a veces la mejor ciencia ficción no necesita de millones, sino de una buena idea y la valentía de llevarla a cabo.

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